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Actualizado: 14 de julio de 2025


Y ahora, más bien que tener que confesar este funesto error, hubiera querido arrojarse sobre las hojas de la selva y morir allí á los pies de Arturo Dimmesdale. ¡Oh Arturo! exclamó Ester, ¡perdóname! En todas las cosas de este mundo he tratado de ser sincera y atenerme á la verdad.

Y me digo: «¡Mejor! ¡Mejor! ¡Que se apene! ¡Que padezca! ¡Eso será señal de que me quiere y piensa en miPerdóname. El amor es egoísta. Deseamos la dicha de la persona amada, y, sin embargo, nos complace que padezca y llore como nosotros. ¿Verdad que estás triste, y que hasta tienes ganas de llorar, porque no estoy allí, a tu lado, y no me ves, ni oyes mi voz?

Llegamos al Banco, atravesamos unos pasillos, penetramos en el salon donde se paga ... ¡Santísimo Sacramento! ¡Esto no es un Banco; esto es un mar de oro. Pero perdóname, lector: me es imposible terminar hoy la larga reseña de este día. Encomendándome á tu indulgencia, te envio á mañana. Día vigésimo segundo Banco de Francia. Consideraciones. Comida, Ocurrencia graciosa de un menestral.

Aun no había tenido vagar para ver todo lo que le circundaba, cuando oyó Mutileder una voz blanda y argentina, que parecía salir de una garganta humana nueva y de una boca fresca, colorada y sana, porque todo esto se conoce en la voz, la cual le decía: Perdóname, amigo, que te haya hecho venir hasta aquí, deseosa de hablarte.

Y se puso a sollozar, hablando, con la voz entrecortada. Perdóname, Raquelita, perdóname. Ya que no tengo ni el derecho de pedirte perdón. Cuando debí hacerlo, te insulté. , he sido contigo demasiado mala. Ya no lo soy. He perdido todo mi orgullo odioso. No, no me mires con ese modo asombrado.

Aunque no te des cuenta de ellos, los tienes... Ese furor, esa exaltación, ¿qué son en el fondo más que celos?... Y mira, chico, perdóname que te diga que es hacerte muy poco favor, y hacerle menos aún a tu mujer. Si se te ha pasado por la imaginación que Ventura puede preferir un trasto como ése a un marido como , la supones con bien poco gusto. Al decir esto se ruborizó.

De repente ella sale de su rincón y me besa locamente a través de su velo, murmurando entre sollozos: ¡Perdóname, perdóname, querido, querido amigo! La escena del cenador vuelve de improviso a mis ojos, recuerdo haberme sentido desconcertado entonces por una frase análoga. Pero ¿qué es digo, qué es lo que tengo que perdonarte?

, te alegras, lo estoy viendo en tu semblante... Haces bien; yo no he servido más que para darte jaqueca. Perdóname y que Dios te haga muy feliz, como deseo. ¡Adiós! repuso lacónicamente la joven. Se estrecharon la mano con fuerza y se apartaron.

Pocos momentos después, al oír la culata del fusil golpear en las losas de la cocina y que se abría la puerta exterior, la joven lanzó un grito desgarrador y precipitose fuera. ¡Gaspar!, ¡Gaspar! dijo , ya estoy tranquila, ya no lloro más; no quiero que te quedes, pero no te marches disgustado conmigo. ¡Perdóname!

Como quien tras una pesadilla recobra el sentido de la realidad, se le fue borrando del pensamiento la melancolía; tornó a cuidar de su persona, vigiló el jardín cuyas flores escogía para su cuarto, y por fin, una noche, después de haber estado tocando un rato el piano, por distraer a su padre, se arrojó en sus brazos, deshecha en lágrimas, diciéndole sólo estas palabras: ¡Perdóname, porque nunca me separaré de ti!

Palabra del Dia

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