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Actualizado: 14 de julio de 2025
Cuando tenían que tocar con el hacha uno de aquellos troncos, lo hacían temblando, y el montañés de los Apeninos decía: «Si eres dios ó diosa, perdóname»; y recitaba devotamente las plegarias propias del caso, pero no se quedaba muy tranquilo después de sus genuflexiones. Al blandir el hacha, veía agitarse las ramas encima de su cabeza.
La condesa pronunció esta negación con tal fuerza y mostrando tanta seriedad, que Pedro, sintiendo de improviso una alegría inmensa, infinita, quedó, sin embargo, confuso. No supo más que decir mirando al suelo: ¡Perdóname! Estás perdonado; pero mira... no vuelvas á hacerme preguntas tontas... Tenemos demasiadas cosas en que pensar, para ocuparnos en llorar celos ridículos.
Jacobo le tendió la mano sonriendo. Perdóname, dijo, que te dejara ayer tarde. Estaba como una fiera escapada de su jaula y á quien asusta el aire libre y el ancho horizonte. Tenía necesidad de esconderme, de buscar un rincón sombrío, falto ya de la costumbre de vivir libre... La servidumbre es una arruga que no se hace desaparecer fácilmente. Ahora ya estoy repuesto.
Para ti el renombre de valiente, la fama de leal y de noble es lo primero. Para mí lo principal es la salvación del alma... Perdóname si te he ofendido, y que ese honor, al cual rindes tan fervoroso culto, te sirva para no acordarte de lo que hemos hablado. Ricardo posó sobre la joven una mirada prolongada y triste.
Juanita contestó riendo: Te encierro para estar segura de tu neutralidad. No te quiero por aliada, sino por testigo. Cállate y mira. Doña Inés, bastante enojada, replicó todavía: Abreme. ¿Tendré que arrepentirme de haberme fiado de ti? ¿Qué burlas son estas? Perdóname, perdóname dijo Juanita con voz suplicante y dulce . Tú eres mí madrina, mi protectora y yo no quiero ni debo burlarme de ti.
Perdóname que te esté martirizando de este modo... Por mucho que tú sufras, aun sufro yo más... Ayer por la tarde, tu hermana me lo vino a decir,.. Figúrate el susto y el dolor que habré recibido... Mi primer impulso fué ahogarla, porque es imposible que ella no tenga la mayor parte de la culpa... Me dió pruebas de que estaban ya hace tiempo en relaciones, me enseñó cartas... Luego, la falta de Gonzalo en estos días, lo hacía todo creíble.
Imploro tu perdón, Linilla mía. Perdóname; no volveré a pensar en eso, y si pienso en esas cosas no te las diré. ¿No es verdad que me perdonas? ¿Verdad que sí? «El pañuelo está lindísimo; el monograma es soberbio, muy elegante, y muy sencillo, como dibujado y bordado por tí. Saluda a tu papá, si crees oportuno hacerlo, de modo que no sospeche nuestros amores.
Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.
La última palabra de la joven hizo levantar vivamente la cabeza a Ricardo, quien, presintiendo algo grave, repuso en tono malhumorado: ¿Y qué es lo que te ha movido a confiarme todas estas cosas que tanto reservaste hasta ahora? Ante todo perdóname que no te las haya confiado antes.
María entró en la alcoba, y poniéndose de rodillas al lado de la cama, besó respetuosamente las manos que su madre le tendía. Perdóname, mamá; perdóname el disgusto que te he dado... Te has puesto enferma por mi causa, pero el Señor querrá sanarte pronto... No, hija mía; no tengo de qué perdonarte; has hecho lo que Dios te ha ordenado.
Palabra del Dia
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