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Actualizado: 14 de julio de 2025


Miguel se humilló, se llamó bestia, se declaró indigno del amor de un alma tan elevada. ¡Oh, nunca creyera de ti!... exclamó ella al fin. Y un torrente de lágrimas se desprendió de sus ojos. ¡Perdóname! ¡No! ¡! ¡No! ¡Fue un momento de extravío! Al fin las súplicas vencieron su ánimo, y el joven quedó absuelto.

-Digo que no la he visto tan despacio -dijo Sancho- que pueda haber notado particularmente su hermosura y sus buenas partes punto por punto; pero así, a bulto, me parece bien. -Ahora te disculpo -dijo don Quijote-, y perdóname el enojo que te he dado, que los primeros movimientos no son en manos de los hombres.

Sin duda, el joven molinero se ha dormido a la orilla del arroyo; un beso va a despertarlo, y, cuando abra los ojos, la molinera se inclinará sobre él para decirle: «¡Perdóname! ¡siempre te he amadoPero no... ¿qué significan esas extrañas palabras de cámara de cristal azul? ¿Por qué es preciso que duerma allí hasta que el mar haya absorbido la última gota de los riachuelos?

Lionel se limpió la sangre de una mejilla, y luego miró á su esposa con aquellos ojos de niño abandonado é implorante. ¡Oh, mi rey! gritó ella, refugiándose en sus brazos . ¡Pobrecito mío!... Perdóname; soy una loca. No te abandonaré nunca. Y durante todo el día, Gould conoció la más amorosa y sumisa de las mujeres.

Hasta que un amigo le dice al oído: «¿No ves, papanatas, que lo que tu huésped quiere no son banquetes, ni pescas, ni cacerías, sino a tu hermosa mujerEntonces el chino, despertando de pronto de su ignorancia, toma a su mujer de la mano, se dirige con ella al mandarín, y le dice: «Perdóname, señor, yo no veía tu tristeza, yo no adivinaba tus deseos. Aquí tienes a mi esposa.

El día, agonizante, suspiraba quizá por la luz pura que, al sonreirme amante, derramaba en mi pecho palpitante de tu mirada intensa la ternura... ¡Perdóname, bien mío! Todo, menos tu faz y mi alegría, tornábase sombrío: calló la alondra, adormecióse el río, bajó al abismo el sol, expiró el día...

¡Ah, Marta, querida Marta, perdóname! suplicó la joven asustada echando los brazos al cuello de su aya y poniéndose a llorar sobre su pecho . He hecho mal. Seréis despedida, y yo moriré de pena y de dolor. No, no; tranquilízate, querida Elena dijo la viuda prodigándole sus caricias para calmarla . Habla. ¿Qué ha sucedido? Federico, Federico estuvo en el jardín...

¡Lo comprendo, Clara, lo comprendo! replicó la pobre mujer sollozando ¡pero si supieras...! ¡si supieras...! Demasiado entiendo que por la ley de Dios no merezco ser su esposa y por la de los hombres no debo serlo ya... Sólo quería llegar hasta él y decirle ¡perdóname, Germán! y morir a sus pies... Clara la miró largamente con infinita tristeza y murmuró: ¡Desgraciada Elena!

Voy a ordenar que se enciendan todos los fuegos, que arda el alquitrán en los barriles; vamos a esperar toda la noche al novio retrasado, sin pegar los ojos en nuestro éxtasis amoroso y nuestra sumisión canina. ELSA. Perdóname, padre. EL CONDE. , seremos dóciles como perros; de otra suerte, el emperador podrá enfadarse con nosotros.

, hija de mi alma, te quiero más que a mi vida... Perdóname. Yo también te quiero a ... ¡A ellos no! Antes quería a madrina, pero ahora no... ¡Me ha pegado tanto! ¡Si supieras!... Me mordía, me arañaba, me arrastraba por el suelo, mandaba a Concha que me azotase con la ballena, me ataba con una cuerda como a los perros... ¡Calla, calla, que me matas! profirió Luis sollozando.

Palabra del Dia

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