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Actualizado: 14 de julio de 2025


Hacemos mal en aborrecerla; si la empleáramos en hacer el bien, en aliviar los dolores ajenos, en consolar al triste y socorrer al necesitado, no pensaríamos que la vida es dura y que mejor sería no tenerla. ¡Perdóname, Linilla mía, perdóname! Es cierto que mi carácter es un poco sombrío y taciturno; lo conozco y no puedo remediarlo. ¡Qué quieres!

Pero tienes razón; no soy tu señor ni aun tu amigo; soy menos que eso, soy tu esclavo; pero un esclavo que vive para ti y por ti. Dorotea hizo otro nuevo movimiento de impaciencia. , , voy... perdóname, porque no ni lo que digo ni lo que hago. Voy por don Juan. Y el bufón salió.

Y con esto, lector amable, quédate a Dios, y perdóname si te causé enfado o tedio con la lectura de mi prólogo. Madrid, 2 de junio de 1918. DEDICATORIA DE V

¿En entrar en el Carmelo? repuso aquélla . ¿Y por qué no?... Hace tiempo que lo vengo pensando... mucho tiempo... ¿Qué mejor puedo hacer sino abandonar este mundo, para tan duro?... Perdóname, amada Elisa, si antes no te he hablado de mis proyectos... pero, en asunto tan grave como éste, no hay mejor consejero que uno mismo... En materias de valor y de vocación, cuando se consulta a un tercero es que se carece del uno y de la otra...

De lo demás, de que la señora reina se esté como se estaba, me regocijo en el alma, porque me va mi parte, como a cada hijo de vecino. -Ahora yo te digo, Sancho -dijo don Quijote-, que eres un mentecato; y perdóname, y basta.

Marcos dijo Hullin , perdóname; he dicho mal; ¡he sufrido tanto en estos días!; la desgracia me hace desconfiar; dame la mano... ¡Anda, ve, sálvanos, salva a Catalina, salva a mi hija! Desde ahora te lo digo: no tenemos más recurso que . La voz de Hullin temblaba. Divès aceptó aquellas explicaciones, pero añadió: ¡Bien está, Juan Claudio!

La aureola de su rubio cabello persistía aún; era más fino, más etéreo y sedoso, pero, a pesar de su abundancia, no ocultaba los huecos de las sienes cruzadas de azules venas. Clara dijo Juan en tono de reproche. ¡Te ruego me perdones, Juan! dijo, dejándose caer en una silla, pero asida aún de su mano, perdóname, amigo mío, pero ya no podía aguardar más; me hubiera muerto.

No es Narcisito, es mamá quien me responde muy picada. Afirma que no me trae el tirano a casa, sino que se va ella a la casa del tirano y me deja aquí sola. Oye, mamá. Por Dios no me dejes sola. Perdóname. Yo seré buena. Vuélvete a casa y vive conmigo, aunque me traigas también a tu tirano.

Miguel, lleno de asombro, se dirigió a su habitación: al entrar oyó la voz de Perico. Buenas noches, Miguelito. Miró a todos los rincones del gabinete, y no vio a nadie. Estoy aquí, en la alcoba. Miguel fue a allá y le encontró metido dentro de su cama. ¡Pero hombre!... Perdóname... me hallaba medio desnudo y tenía mucho frío... Pero ¿qué ha sido eso?

«¡Oh malicia, oh ingenio, hasta en los más humildes resplandecespensó don Juan y añadió en voz alta: Hablas como un libro. En seguida escribió estas líneas: «Cristeta: Esto y resuelto a que nos veamos. Si no me contestas, si no accedes a ello, pasado mañana, sin falta, me presentaré en tu casa. Date por avisada. Perdóname; pero ni puedo ni quiero estar más tiempo sin hablarte. Tuyo, Juan

Palabra del Dia

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