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Actualizado: 14 de junio de 2025
Al través de un arco con columnas, mal cerrado por un portier hecho de rico tapiz en el que figuraban un joven con casaca y peluca de rodillas delante de una joven con traje Pompadour, veíase un magnífico lecho de caoba con dosel. Así que llegaron a esta cámara, la dama se dejó caer con negligencia en una butaquita muy linda y volvió a decirle con sonrisa burlona: ¡Qué! ¿no te alegras de verme?
¿Te alegras?... Ya lo creo: ahora la señorita Florentina cumplirá su promesa dijo Sofía en tono de mofa . Mil enhorabuenas a la señora doña Nela.... Ahí tienes tú como cuando menos se piensa se acuerda Dios de los pobres. Esto es como una lotería... ¡qué premio gordo, Nelilla!... Y puede que no seas agradecida... no, no lo serás.... No he conocido a ningún pobre que tenga agradecimiento.
Pero vio que no se burlaba, y contestó con cierta satisfacción: No se prepara mal la fiesta. Son muchos los que desean ver nuestros tesoros. ¡Ay, hijo! ¡Bien lo necesitamos! Tú, que te alegras de nuestro mal, puedes estar satisfecho. Vivimos en horrible estrechez.
Después me dijeron que iban á llevarme á Oviedo y vestirme de señora... ¿Y no te alegras de eso? preguntó Nolo sin levantar los ojos. No respondió secamente la zagala. Hubo una pausa. Nolo volvió á preguntar tímidamente: ¿Será por el tío Goro y la tía Felicia? Te han criado como padres y tú los quieres como si lo fuesen... Sí, por ellos es... y por ti también añadió rápidamente y en voz más baja.
Sí, te alegras, lo estoy viendo en tu semblante... Haces bien; yo no he servido más que para darte jaqueca. Perdóname y que Dios te haga muy feliz, como deseo. ¡Adiós! repuso lacónicamente la joven. Se estrecharon la mano con fuerza y se apartaron.
Saludó a Febrer con voz lenta y opaca, cortando varias veces sus palabras para sorber el aire. Hablaba humildemente, celebrando con grandes extremos el honor que le hacía Febrer al aceptar su invitación. ¿Y yo? preguntó el capitán con sonrisa maligna ; ¿yo no soy nadie?... ¿No te alegras de verme? Don Benito se alegraba de verle. Así lo dijo varias veces, pero sus ojos revelaban inquietud.
Sí, está aquí repuso frunciendo ligeramente el ceño. Parece que no puede seguir ausente de Estrelsau por mucho tiempo observé sonriéndome. Más vale así, y me alegro de verlo aquí. Cuanto más cerca mejor. La Princesa me dirigió una rápida mirada y preguntó: ¿Qué quieres decir, primo? ¿Que así podrás?... Ver mejor lo que hace, eso es. Y tú, ¿por qué te alegras de ello? No he dicho tal cosa.
¡Dí que no te alegras! repitió con más energía aún levantando a costa de grandes esfuerzos la cabeza, mirándola con dureza. ¡No, mamá del alma, no! Si pudiera conservar su vida a costa de la mía, le juro a usted que lo haría. Los grandes ojos opacos de la moribunda se dulcificaron.
Y luego que se acercó tomándole una mano entre las dos suyas amarillas, descarnadas, exclamó mirándola con fijeza terrible a los ojos: ¡Me muero, hija, me muero! ¿No es verdad que lo sientes?... ¿por lo menos que no te alegras? ¡Oh, mamá! Dí que no te alegras insistió con ansiedad sin apartar su mirada de los ojos de la joven. ¡Mamá, por Dios! exclamó ésta aturdida y aterrada a la vez.
Tan pegados estaban el uno al otro, que parecía que Jacinta se reía con los labios de su marido, y que este sudaba por los poros de las sienes de su mujer. «¡Vaya con mi señora, lo que me tenía guardado!» añadió con incredulidad. ¿Te alegras? ¿Pues no me he de alegrar?
Palabra del Dia
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