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Actualizado: 27 de junio de 2025
Es cierto, convengo en que mi frase ha sido desgraciada. Os lo perdono le dije con vivacidad. Según eso, ¿me halláis linda? Hacía por lo menos dos horas que yo me decía en mi foro interno, que era preciso no dejar escapar la ocasión de aclarar, por medio de una opinión neta y competente, un asunto de tanto interés para mí.
¡Pero, hombre de Dios!... No me hables, Pepe.... Me has matado con una palabra.... Déjame tranquilo.... Dios te perdone como yo te perdono.... Yo soy como un conejo a quien hiere el cazador y corre a morir a su madriguera.... No me hurgues más.... Déjame morir en paz. Este símil del conejo le hizo tal impresión después de haberlo proferido, que se dejó caer sollozando en una butaca.
7 Y el rey perdonó a Mefi-boset, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento del SE
Es mi ser natural; y como a los que me querían afinar y hacerme honrada les di con su honradez en los hocicos... ¡Qué ingrata, ¿verdad?, qué indecente he sido! Todo por querer más de lo que es debido, por querer como una leona. Y para que calcule usted si soy simple, aquí, donde usted me ve, si ese hombre me vuelve a decir tan siquiera media palabra, le perdono y le quiero otra vez».
Este pleito duró diez años, y en él perdió Porreño casi toda su fortuna, contrayendo deudas espantosas. Después tuvo la desdicha de sostener á Godoy en la conspiración de Aranjuez, y caído Carlos IV, el Príncipe heredero no perdonó medio de hacerle daño.
Si me dais medios de que lo sea, os perdono. Rechazo vuestro perdón, y me asombro de que me lo ofrezcáis; ¿pues en qué os he ofendido yo? ¡Ay, triste de mí! ¡Qué desgraciada soy! Inclinó la comedianta la hermosa cabeza, y luego la levantó en un movimiento sublime. Su mirada resplandecía. Quevedo la miraba con asombro. No, no soy desgraciada dijo la Dorotea , sino muy feliz, felicísima.
Don Diego hablaba de tan buena fe, que Germana le tendió la mano y le dijo: Amigo mío, yo había asegurado a esa mujer que no volvería a verle, pero si yo hubiese oído hablar a usted con tanta razón y experiencia, yo misma le hubiera conducido a usted a su casa. Tome el coche sin pérdida de tiempo, corra a despedirla y perdónela el mal que me ha hecho como yo la perdono.
Y, sin embargo, me parece que un médico no está aquí de más. Eso no se lo perdono. Excúseme usted, doctor; he hecho mal dijo Hullin estrechándole la mano . ¡Pero han pasado tantas cosas desde hace ocho días!... ¡Siempre se le olvida a uno algo! Y, además, un hombre como usted no necesita que le requieran para cumplir con su deber.
Me véis repleto y obeso al parecer y por ende me creéis bien comido, cuando lo que en realidad me hincha y me mata es una hidropesía incurable. ¡Pobre hombre! murmuró Roger. ¡Mala centella me parta si vuelvo á decir palabra! exclamó el arquero arrepentido. No juréis, dijo el peregrino, y por lo que á mí toca os perdono de corazón.
Sí, Amaury; pero no hablemos ya de eso repuso sonriéndose el doctor. Te perdono tu disimulo si tú me perdonas a mí mi mal humor. Quedamos así en paz, ¿no te parece? Pensemos desde hoy solo en amarnos, ¡ingratos! Así lo exige mi condición de tirano implacable y desnaturalizado. A tal punto habían llegado las cosas que únicamente faltaba fijar la época, en que había de celebrarse la boda.
Palabra del Dia
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