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Actualizado: 27 de junio de 2025
Elena se presentó en la estancia para ver el cadáver de su madre, y Desnoyers, que llevaba más de un año sosteniendo á los fugitivos á espaldas del suegro, aprovechó la ocasión para vencer el enojo de éste. La perdono dijo el estanciero después de una larga resistencia . Lo hago por la pobre finada y por ti. Que se quede en la estancia y que venga con ella el gringo sinvergüenza. Nada de trato.
Las apariencias me condenan. Yo me resigno y perdono a los que me acusan. Perdónalos tú también, pero no los creas. Tú, que me conoces de toda la vida; tú, que sabes con qué pureza de afecto, con qué ternura de hermana te he querido y te quiero aún, no debes, no puedes creer esas infamias; pues qué, ¿no comprendes que yo soy capaz de querer a don Paco por el mismo estilo que a ti te quiero?
Pero el cabildo perdonó los mrs. y mandó volver la prenda, como acostumbraba, por la pobreza del monasterio. Murió á 21 de mayo el obispo D. Juan Daza, y fué enterrado en el coro viejo al lado de D. Iñigo Manrique.
¡Qué quieres, hijo! respondió, ruborizándose a su vez . Bien me apetesió...; pero la honrilla..., la negra honrilla..., ¿sabes?... «No vaya a creerse ese tío lila dije para mí que le estoy asechando los pasos.» Pues no te lo perdono. ¿Qué no me lo perdonas? dijo, propinándome un soberano pellizco en el brazo. No repetí, riendo y quejándome al mismo tiempo.
La verdadera ley es la de la sangre, o como dice Juan Pablo, la Naturaleza, y yo por la Naturaleza le he quitado a la mona del Cielo el puesto que ella me había quitado a mí... Ahora la quisiera yo ver delante para decirle cuatro cosas y enseñarle este hijo... ¡Ah!, ¡qué envidia me va a tener cuando lo sepa!... ¡Qué rabiosilla se va a poner!... Que se me venga ahora con leyes, y verá lo que le contesto... Pero no, no le guardo rencor; ahora que he ganado el pleito y está ella debajo, la perdono; yo soy así».
Intentó incorporarse, Juan la contuvo oprimiéndola el talle, y aún más con el suplicar de su mirada, al mismo tiempo que decía: No perdamos tiempo en recriminaciones inútiles. ¿Me he portado mal?, pues te pido perdón. ¿Has obrado por despecho?, te perdono. ¿Nos hemos equivocado los dos, yo al dejarte y tú al olvidarme?, pues venzamos a la desgracia.
La Duquesa arregló sus ajadas plumas con cansada coquetería; la madre Shipton miró de reojo con malevolencia a la posesora de El Cinco, y el tío Billy no perdonó a ninguno de la partida con sus diatribas.
Por eso deseo que tengamos casi la misma edad, casi los mismos gustos, casi iguales defectos... Esto le hará indulgente con los míos, y, respecto a los suyos, todos se los perdono desde ahora con tal de que me quiera mucho y de que no ame a nadie más que a mí. Mi tía dice que eso no es posible. ¿Por qué no lo ha de ser? ¡Le amaré yo tanto! ¿Pero estás loca?
Allá en su interior don Braulio perdonó benignamente al Conde este extravío, y considerando sus excelentes prendas, y sin recelo de nada por este lado, casi intimó con él.
Por supuesto que el odio fue recíproco al instante, y que Miguel no perdonó medio humano de vejarle y tenerle en continuo sobresalto: cuando iba a pronunciar la palabra Psicología, nunca dejó en su vida de prepararse con cierta tosecilla, que hacía inmediatamente sonreír a los compañeros.
Palabra del Dia
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