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Actualizado: 27 de junio de 2025
En tanto, Juliana, conduciendo a la Nina hasta la puerta con suave opresión de su mano en la espalda de la mendiga, la despidió con estas afectuosas palabras: «No se apure, señá Benina, que nada ha de faltarle... Le perdono el duro que le presté la semana pasada, ¿no se acuerda? Señora Juliana, sí que me acuerdo. Gracias.
Era Quiñones, como ya sabemos, hombre fogoso, terco, de voluntad indomable. Los obstáculos le irritaban, llegaban a enloquecerle. Quiso vencer el corazón de su esposa y no perdonó medio para ello: la colmó de atenciones, mimó sus gustos más insignificantes, viviendo por varios meses en perpetua congoja, en una verdadera fiebre de esperanzas, tan pronto vivas como muertas.
El grupo encantador que ustedes formaban no estaba completo explicó Huberto. Yo esperaba a la señorita de Chanzelles para traerla con ustedes. Por su buena intención, yo lo perdono dijo Diana pegando ligeramente con el abanico en el hombro del joven. ¡Pero cuidado con hacerlo otra vez!
No, a la cárcel no dijo la víctima, haciendo gala de generosidad... dejarla, dejarla... Pepe, no le hagas nada. No; si yo no le pego... Allá se entenderá con el juez. No, juez no, juez no decía la de Fenelón muy apurada . La perdono. Dejarla; que se vaya, que se vaya pronto; que yo no la vea.
Será penitencia tal vez replicó la viuda en aquel tono de convicción ingenua que tomaba cuando quería jugar con la credulidad de su sobrino, como el gato con la bola de papel. Francamente, tía, eso de que pase hambres... Yo no la perdono, no puede ser... le aseguro a usted que eso... jamás, jamás, jamás.
El señor comisario se hincó de rodillas en el púlpito y, puestas las manos y mirando al cielo, dijo ansí: "Señor Dios, a quien ninguna cosa es escondida, antes todas manifiestas, y a quien nada es imposible, antes todo posible, tú sabes la verdad y cuán injustamente yo soy afrentado. En lo que a mí toca, yo lo perdono porque tú, Señor, me perdones.
Miéntras que andan buscando su basilisco, voy á informaros, dixo la hermosa Astarte, de todo lo que he padecido, y que perdono al cielo una vez que vuelvo á veros.
A don Víctor se le saltaron las lágrimas al ver a su enemigo. En aquel instante hubiera gritado de buena gana: ¡perdono! ¡perdono!... como Jesús en la cruz. Quintanar no tenía miedo, pero desfallecía de tristeza; «¡qué amarga era la ironía de la suerte! ¡
No habiéndose familiarizado aún con los movimientos de rotación del ojo, apenas percibía las imágenes laterales. Podría decirse de él, como de muchos que nunca fueron ciegos de los ojos, que sólo veía lo que tenía delante. Primita dijo avanzando hacia ella . ¿Cómo no has ido a verme hoy?, yo vengo a buscarte. Tu papá me ha dicho que estás haciendo trajes para los pobres. Por eso te perdono.
Dios podrá perdonarme porque es todo misericordia; mi marido es tan bueno que también me perdonaría si supiese lo que pasa, aunque sería muy capaz de morirse de pena: yo soy quien no me perdono, quien necesita romper este lazo criminal que nos une, si he de vivir en paz y si no he de seguir aumentando las causas de mi remordimiento y de mi vergüenza.
Palabra del Dia
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