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Despidióse el avaro contentísimo por haber prestado un servicio al señor Loayza, y viendo en el porvenir, por vía de réditos, la canonjía magistral cuando menos. Ocho días después volvía Ribera a casa del padre Godoy, llevando un envoltorio bajo el brazo, y le dijo: De parte de su ilustrísima le traigo estas prendas.

Les expresé cuanto pude esta seguridad, á fin de que no los detuviesen, y lograsen el viage que se intenta por tierra; y regalé á este cacique cuanto pude, y á sus indios, encargándole mucho la seguridad del peon Godoy, haciéndoles muchos ofrecimientos mi regreso al Colorado.

Godoy Cruz, desengañado de las minas, dirigió a otro rumbo sus investigaciones, y con el cultivo de la morera creyó resolver el problema del porvenir de las provincias de San Juan y Mendoza, que consiste en hallar una producción que en poco volumen encierre mucho valor.

Es que el reino ha tenido voluntad de hacer una cosa y la está haciendo, contra el parecer del Rey y del Emperador. Hace tres meses había en Aranjuez un mal Ministro, sostenido por un Rey bobo, y dijisteis: «No queremos ese Ministro ni ese Rey», y Godoy se fué y Carlos abdicó.

Fue Gravina a Madrid a decírselo a Godoy, previendo grandes desaires si no ponía al frente de la escuadra un hombre más apto; pero el Ministro le contestó cualquier cosa, porque no se atreve a resolver nada; y como Bonaparte anda metido con los austriacos, mientras él no decida... Dicen que éste también está muy descontento de Villeneuve y que ha determinado destituirle; pero entre tanto... ¡Ah!

Su ilustrísima, que porfiaba por ver a su clero vestido con decencia, llamóle un día y le dijo: Padre Godoy, tengo una necesidad y querría que me prestase una barrita de plata. El clérigo, que aspiraba a canonjía, contestó sin vacilar: Eso, y mucho más que su ilustrísima necesite, está a su disposición. Gracias. Por ahora me basta con la barrita, y Ribera, mi mayordomo, irá por ella esta tarde.

Aprovechando los portugueses la victoria entraron talando y saqueando el pais por la frontera de Badajoz, que defendia como adelantado el maestre D. Pedro Muñiz de Godoy. Opúsose este al enemigo, y habiendo perdido el caballo, cayó en tierra y fué muerto.

La alianza que por el tratado de San Ildefonso, después de la campaña del Rosellón, celebró con Francia el ministro don Manuel Godoy, duque de Acudía y príncipe de la Paz, trajo como consecuencia la guerra entre España e Inglaterra.

La mañana, la niebla, el miedo, el misterio, ¡hasta el sitio...! Aquí venían con sus amantes las damas de tiempo de Carlos IV; en este palacio de la Moncloa debían de tener sus citas Godoy y María Luisa. ¡Cuántas picardías habrán visto esos merenderos! ¡Si pudiese hablar esa ropa que hay tendida! ¡Pobre Manzanares, cuánta burla le han hecho!; arroyo aprendiz de río, dijo Quevedo; río con mal de piedra, le llamó Lope... ¡Si hubiese por aquí una casita decente!

Mas Godoy, que ya entonces era Valido, se obstinó en proseguirla, sólo por llevarme la contraria, según he entendido después. Lo más gracioso es que el mismo Godoy se vio obligado a concluir la guerra en el verano del 95, cuando comprendió su ineficacia, y entonces se adjudicó a mismo el retumbante título de Príncipe de la Paz.