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Actualizado: 10 de junio de 2025


NOS fray Pedro Jiménez Vaca Concedo libre y seguro pasaporte a don Juan Fernández, de profesión católico, apostólico y romano, que pasa a la villa revolucionaria de Madrid a diligencias propias: deja asegurada su conducta de catolicismo.

Respondiendo a sus discretas preguntas, fui entregándole, con el pasaporte, toda mi hoja de servicios y merecimientos, que, en Dios y en mi ánima lo juro, nunca me parecieron menos ni más dignos de ser desconocidos; y eso que sólo declaré los más indispensables.

¿Quién es usted? le dijo al francés, y el francés, callado, que no entendía. Pidiósele entonces el pasaporte. ¡Pues! francés dijo el padre... ¿Quién ha dado ese pasaporte? Su Majestad Luis Felipe, rey de los franceses. ¿Quién es ese rey? Nosotros no conocemos a la Francia, ni a ese don Luis. Por consiguiente, este papel no vale.

Sebastián Becerro dejó su aldea á la edad de diez y siete años, y embarcó con rumbo á Buenos Aires, provisto, mediante varias oncejas ahorradas por su tío el cura, de un recio paraguas, un fuerte chaquetón, el pasaje, el pasaporte y el certificado falso de hallarse libre de quintas que, con arreglo á tarifa, le facilitaron donde suelen facilitarse tales documentos.

, ciudadano; pero hace ocho días que yo dejé el regimiento en Fredericsthal para escoltar este convoy de heridos...; usted comprende, la cosa está que arde..., y no puedo responder de nada; cuando menos se piense, cualquiera de nosotros puede recibir el pasaporte. Ahora hace ocho días, en Fredericsthal, el 15 de diciembre, Gaspar Lefèvre respondía a la llamada. Juan Claudio respiró.

Carola, viéndole tan largo rato callado y con la cabeza baja, e imaginando que su silencio y humildad eran implícita confusión y vergüenza por su carencia de recursos, comenzó a afirmarse en la idea de que aquel hombre no tenía un cuarto, y discurrió que pues no le servía ni de pagano ni para capricho, lo mejor era darle pasaporte.

El extranjero explicó al paso la posición respectiva de liberales y carlistas en la batalla de Monte Muru y el sitio donde se desarrolló lo más fuerte de la acción, en la que murió el general Concha. Al anochecer llegaron cerca de Estella. Mucho antes de entrar en la corte carlista encontraron una compañía con un teniente que les ordenó detenerse. Mostraron los tres su pasaporte.

Al llegar cerca de Sansol, cuatro hombres se plantaron en el camino. ¡Alto! gritó uno de ellos que llevaba un farol. Martín saltó del coche y desenvainó la espada. ¿Quién es? preguntó. Voluntarios realistas dijeron ellos. ¿Qué quieren? Ver si tienen ustedes pasaporte. Martín sacó salvoconducto y lo enseñó. Un viejo, de aire respetable, tomó el papel y se puso a leerlo.

Mire usted añadió entre dientes, si no habrá algún sacerdote en todo París que pueda dar un pasaporte, y no que nos vienen ahora con papeles mojados! ¿A qué viene usted? A estudiar este hermoso país contestó el francés con aquella afabilidad tan natural en el que está debajo. ¿A estudiar, eh?

El Cura soltó aquí una carcajada que retumbó en el embudo de la chimenea, y hasta farfulló unos latines de breviario que no pude entender. Después dijo mi tío refiriéndose al hombrazo del banco frontero: El señor... Hombre añadió encarándose repentinamente con él , ¿me dejas entregar todo tu pasaporte de una vez, para acabar primero y entendernos mejor?

Palabra del Dia

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