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Actualizado: 23 de julio de 2025
Ferragut creyó adivinar en este sacrificio un impulso de viejo galanteador, que le había hecho ir hacia Freya porque era hermosa. Además, este proceso representaba un acontecimiento parisién y podía dar cierta notoriedad novelesca á los que interviniesen en sus actuaciones. Unos cuantos párrafos más allá, el marino se convenció de que el maître había acabado por enamorarse de su patrocinada.
París le ofreció un lugar de placeres como no podía encontrarlo en el resto del mundo: el Hotel Drouot. Iba á él todas las tardes, cuando no encontraba en los periódicos el anuncio de otras subastas de importancia. Durante varios años no hubo naufragio célebre en la vida parisién, con la consiguiente liquidación de restos, del que no se llevase una parte.
Seguramente pasaba de veinte metros, ¡una falsedad! ¡una villanía!... ¡Que Dios y los caballeros se lo perdonasen! Otra vez salió á luz la pieza de cinco francos. Había que sortear el sitio de cada contendiente. El capitán parisién acogió la proposición con aire aburrido. ¡Pero si le he dicho que haga lo que quiera!... Lewis runruneaba de impaciencia por debajo de su bigote.
Eran piezas de esa ebanistería parisién del barrio de San Sulpicio, puesta al servicio de los fieles, que arregla oratorios para las señoras elegantes con el mismo refinamiento con que sus compañeros de oficio adornan un dormitorio ó un budoir. El gusto artístico del jesuitismo contrastaba con la arquitectura del templo, de un gótico sobrio, con grandes sillares sin adorno alguno.
Toca Les premieres feuilles du printemps respondió la mamá con una pronunciación que hubiera hecho dar un salto a cualquier parisién. No sé si me acordaré... ¡Hace tanto tiempo que no toco esa pieza! ¡Mentira! Aquella misma mañana la había tocado dos veces con el profesor. La mamá guardó el secreto. Se puso al cabo a teclear.
Algunas observaciones sobre los versos del Cantar de los cantares citados en la presente obra. Melodías. Advertencias. Post scriptum, etcétera, etc. =DAUDET.= Los reyes en el destierro. Novela parisién, traducida por D. Joaquín Portuondo; 3,50 y 4 pesetas. =ELICES MONTES.= El patriotismo español.
El teniente pareció más pequeño y desmedrado dentro de su uniforme suelto y sin adornos. El parisién, siempre alegre, lo comparaba á un pájaro desplumado. Creyó necesario el coronel repetir en alta voz las condiciones del duelo. El príncipe las sabía y estaba avezado á estos encuentros. Martínez era el que necesitaba sus indicaciones.
Los meditabundos y sublimes modistos de la rue de la Paix contaban con ella para lanzar en las grandes solemnidades de la vida parisién sus innovaciones de artista calenturiento.
Al día siguiente lo primero que hizo el español al levantarse fué buscar los periódicos. Todos se mostraban pesimistas y amenazadores en sus artículos sobre este suicidio, que tomaba la importancia de un gran escándalo parisién, augurando que la Justicia iba á meter en la cárcel á personalidades muy conocidas antes de que hubiesen transcurrido cuarenta y ocho horas.
Pero entre los quejidos de tórtola el viento volvía a bramar sacudiendo la enramada, volvía a rugir el huracán, estallaba el trueno y un sarcasmo cruel y grosero rasgaba el papel como el cielo negro un rayo. «¡Y por quién dejaba Ana la salvación del alma, la compañía de los santos y la amistad de un corazón fiel y confiado...! ¡por un don Juan de similor, por un elegantón de aldea, por un parisién de temporada, por un busto hermoso, por un Narciso estúpido, por un egoísta de yeso, por un alma que ni en el infierno la querrían de puro insustancial, sosa y hueca!...». «Pero ya comprendía él la causa de aquel amor; era la impura lascivia, se había enamorado de la carne fofa, y de menos todavía, de la ropa del sastre, de los primores de la planchadora, de la habilidad del zapatero, de la estampa del caballo, de las necedades de la fama, de los escándalos del libertino, del capricho, de la ociosidad, del polvo, del aire.... Hipócrita... hipócrita... lasciva, condenada sin remedio, por vil, por indigna, por embustera, por falsa, por...» y al llegar aquí era cuando furioso contra sí mismo, rasgaba aquellos papeles el Magistral, airado porque no sabía escribir de modo que insultara, que matara, que despedazara, sin insultar, sin matar, sin despedazar con las palabras. «Aquello no podía mandarse bajo un sobre a una mujer, por más que la mujer lo mereciera todo.
Palabra del Dia
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