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Perucho, cuyos pies descansaban en las anfractuosidades del muro, se quedó como incrustado en él, sin osar respirar, ni bajarse, ni moverse, porque aquel hombre desconocido, mal encarado y en acecho, le infundía el pavor irracional de los niños, que adivinan peligros cuya extensión ignoran.

Esta última consideración penetró tan agudamente en su espíritu, que la hizo prorrumpir en un sinfín de gracias y bendiciones, que permanecieron encerradas en el corazón sin brotar a los labios. Sus labios estaban mudos, inmóviles como los de la esfinge, sin osar reproducir por medio de sonidos los inefables pensamientos que cruzaban por su mente. Escuchaba dentro de mil voces suaves que le hablaban, pero sin comprender lo que decían: sentíase suspendida por unos delicados brazos, que sin cesar la acariciaban y advertía cerca, aunque sin verla, como la presencia de un ser sobrenatural que la consolaba con su aliento. Entonces se persuadió de un modo repentino a que el Señor la amaba. Vio claramente con los ojos del espíritu que el esposo acudía ya a la voz de la esposa y no deseaba más que unirse a ella para enriquecerla y regalarla eternamente. Ya estaba cerca: lo sentía a su lado y se deshacía en ansias de verle; pero

Después, en actitud humilde, rogó a D.ª Carolina que le permitiese, no acompañarlas en el paseo, sino tan sólo seguirlas de cerca respetuosamente. Y por muchos días se vio a aquel rubicundo joven por los paseos a tres o cuatro pasos de distancia de dos señoras, sin osar acercarse a ellas. Por último, entró en la casa y comenzó a hablarse de matrimonio.

Así permaneció sin osar mover un pie, la faz blanca, los ojos anegados en gozo extático como si estuviese en un baño tibio y perfumado. Súbito dio un paso atrás, corrió a la puerta del gabinete, la entreabrió, asomó la cabeza y escuchó. Josefa seguía en la cocina. La cerró nuevamente y volvió en puntillas a la alcoba. Detúvose un instante, y avanzó después hasta tocar en la cama.

Mirábanle todos los que presentes estaban, que eran muchos, y como le veían con media vara de cuello, más que medianamente moreno, los ojos cerrados y las barbas llenas de jabón, fue gran maravilla y mucha discreción poder disimular la risa; las doncellas de la burla tenían los ojos bajos, sin osar mirar a sus señores; a ellos les retozaba la cólera y la risa en el cuerpo, y no sabían a qué acudir: o a castigar el atrevimiento de las muchachas, o darles premio por el gusto que recibían de ver a don Quijote de aquella suerte.

Mientras tanto, Villamelón, escurriéndose tras cortinas, puertas y tapices, miraba desfilar la ilustre concurrencia sin osar presentarse ante ella. Lo que más le incomodaba a él era que le hubiesen roto dos cristales, allá abajo, en la mampara. Al verse a solas Currita, preguntó al viejo empleado, enseñándole la lista: Pero diga usted, don Pablo... ¿De quién eran esas veinticinco cartas?

Nos amaremos como esos santos de la Iglesia que estallaban en dulces palabras y arrobamientos estremecedores, sin osar el menor contacto de la carne. El amor es el instinto de la conservación de la especie, pero el nuestro será incompleto, no por odiar, como los santos, las leyes de la Naturaleza, sino porque las luchas de la vida nos han herido de muerte.

Fuera del día en que visitó á Doña Antonia, no ponía Doña Blanca los pies en la calle sino de madrugada, para ir á la iglesia, á misa y demás devociones. D. Valentín la acompañaba casi siempre, como un lego ó doctrino humilde, y Clara la acompañaba siempre, sin osar apenas levantar los ojos del sueldo.

Sin osar, por tanto, llamarla un palacio, no es aventurado afirmar que aquella mansión había sido construidaa por una persona principal para su exclusivo uso y regalo. La circunstancia de tener sólo un piso, bien claramente lo decía.

Arrastraba la cruz sudoroso y jadeante, cambiando la carga de lugar cuando sentía uno de sus hombros entumecido por la dolorosa pesadumbre. Las mujeres lloraban con la vehemencia meridional, dramática en sus manifestaciones. Los camaradas le tenían lástima, y sin osar reírse de su penitencia, le ofrecían por compasión vasos de vino.