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Actualizado: 23 de junio de 2025


Así como oyó Andrés nombrarse por su nombre, dijo: Pues Preciosa no ha querido contenerse en los límites del silencio, y ha descubierto quién soy, aunque esa buena dicha me hallara hecho monarca del mundo, la tuviera en tanto, que pusiera término a mis deseos, sin osar desear otro bien sino el del cielo.

Sintiéndome vacilar, me senté en uno de los bancos que, como ya te he dicho, rodean la glorieta, y apoyé la cabeza sobre mis manos. Pasado algún tiempo levanté los ojos, y vi a Adela de pie y vuelta al otro lado, que confeccionaba un ramo de flores. Me levanté, fui hasta donde estaba y le pasé dulcemente un brazo alrededor del cuello, sin osar decir nada.

Como me vi suelto, corrí a él, rodéele todo, sin osar llegarte con las manos, acordándome de la fábula de Isopo, cuando aquel asno tan asno, que quiso hacer a su señor las mismas caricias que le hacía una perrilla regalada suya, que le granjearon ser molido a palos. Parecióme que en esta fábula se nos dio a entender que las gracias y donaires de algunos no están bien en otros.

Á la tarde, con la creciente, se entró ésta con las demás en el reparo, y salieron dos galeotas de las nuestras por ver si podían recobrar una galera; y después de haber disparádose artillería de una y otra parte, se tornaron sin osar llegar á las manos. A una galera del Marqués de Terranova, que la habían desamparado como las otras, se metió fuego, porque no se aprovechasen della los turcos.

El angelote se empinó en la punta de los pies para alcanzar mejor el dinero, alargó a la vez ambas palmas, y las sumergió en el mar de cobre.... Las paseó mucho rato por la superficie sin osar cerrarlas.... Por fin hizo presa en un puñado de ochavos, y entonces apretó el puño fortísimamente, con la intensidad propia de los niños, que temen siempre se les escape la dicha por la mano abierta.

Pero no hubo remedio. El barquero en pie empujaba la barca por medio de la maroma tendida de una á otra orilla. Demetria clavó sus ojos grandes, límpidos, inocentes en Nolo y le dijo: ¿Qué tienes conmigo, Nolo? ¿Te he hecho algo malo? El mozo, turbado hasta lo indecible y sin osar mirarla á la cara, balbució: Nada me has hecho, Demetria... pero hay cosas... hay cosas...

A esta sazón, ya se había puesto don Quijote de hinojos junto a Sancho, y miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora, y, como no descubría en ella sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado, sin osar desplegar los labios.

Hizo irrupción en la sala la orquesta callejera; pero al ver las niñas pobres la claridad del alumbrado, se detuvieron azoradas sin osar adelantarse. Lola, cogiendo de la mano a la que parecía capitanear el grupo, la trajo casi a la fuerza al centro de la estancia. Entra, mujer... que pasen las otras.... A ver si nos cantáis los mejores villancicos que sepáis.

Si ya quisiera la suerte que los animales hablaran, como hablaban en tiempos de Guisopete, fuera menos mal, porque departiera yo con mi jumento lo que me viniera en gana, y con esto pasara mi mala ventura; que es recia cosa, y que no se puede llevar en paciencia, andar buscando aventuras toda la vida y no hallar sino coces y manteamientos, ladrillazos y puñadas, y, con todo esto, nos hemos de coser la boca, sin osar decir lo que el hombre tiene en su corazón, como si fuera mudo.

Zambulló la cara hasta las cejas en el gran cuello de pieles, guardóse prontamente en el bolsillo la dentadura y apretó a correr hasta llegar sin resuello a la puerta del aposento. ¡Perrrverrsa suerrte! Sabadell le seguía sin descanso, y deteníase al fin a la puerta del cuarto vecino sin osar acercársele, pero mirándole de hito en hito, extrañado, atento, receloso...

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