Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de octubre de 2025
En pos de la Cena, y precedida también de mucha gente, había de salir la Oración del Huerto, donde Cristo ora de rodillas; un ángel que quiere estar en el aire, pero que se apoya en el ramaje de un olivo, ofrece a Cristo el cáliz de la amargura, y los discípulos yacen por tierra dormidos.
Un olivo parecía un sapo enorme, encogido y en actitud de saltar, con un ramillete de hojas en la boca; otro, una boa informe de amontonados anillos, con un penacho de olivo en la cabeza; veíanse troncos abiertos como ojivas, al través de cuyos orificios lucía el cielo azul; serpientes monstruosas enrolladas en grupo como las espirales de una columna salomónica; gigantes negros, cabeza abajo, con las manos en el suelo, hundiendo los dedos de sus raíces y los pies en alto, de los que surgían varas llenas de hojas.
En las faldas y planicies ondulosas del sistema jorático, innumerables plantaciones de tabaco, cereales, lino y cáñamo, plantas oleaginosas y medicinales, crias de excelentes caballos, y bellísimos bosques ó huertos de árboles frutales muy aprovechados, tales como la higuera, el almendro, el olivo, el castaño, el manzano y el nogal.
En los desvanes de la casa había encontrado él, amarillas por el tiempo, varias cartulinas de visita con el nombre del rico sacerdote: tarjetas grabadas con emblemas, como empezaron a usarse en el siglo XVIII. En el centro de la tarjeta aparecía una cruz leñosa con una espada y una rama de olivo; a ambos lados dos corazas, una con la cruz del Santo Oficio, otra con dragones y cabezas de Medusa.
Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hacía más que un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas, menos el descuento; que tenía fama de excelente empleado; que la iba justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad, aunque parecía más viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que sólo llevaba tres años de matrimonio; que no tenía hijos; que su mujer, doña Beatriz, y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la provincia de Córdoba, donde él había estado de Administrador de Rentas; que poco después de la boda le habían trasladado a Sevilla con ascenso; que en Sevilla él y su familia habían vivido muy apartados del trato de las gentes; que ahora vivían en la calle del Olivo, en el piso tercero de una casa cuyo número también le dió, y que eran todos tan hurones, que apenas se trataban en Madrid con alma viviente.
Bien se comprende que con esta formidable ocupación del terreno y táctica exquisita, no se escapa un cristiano, y forzar el túnel no es menos difícil y glorioso que el memorable paso de las Termópilas. Al caer de la noche, si no hay Novena con sermón, Santo Rosario con meditación y plática, o Adoración Nocturna, se retira el ejército, marchándose cada combatiente a su olivo con tardo paso.
Ave errante y fugitiva, ave hecha de azahares, ¿Dónde buscas el encanto y el amor de tu doctrina? ¿Dónde están las resonancias de tu plática divina y la piedra de holocausto que reclaman tus altares? ¿Dónde vas? El blancor de su cabeza da un aliento en su tristeza a la reina del olivo y a sus líricos deseos.
Triunfó hasta cuarta vez en cuatro meses este año, como vimos, su siempre ileso candor, a beneficios del Olivo y la Espada, blasones que apoyan la Cruz del Santo Oficio, logrando aquél en los reconciliados, la piedad; y ésta en los relapsos, o protervos, la Justicia. Pero triunfos de tan excelsa grandeza campo mayor piden que el de un Reino, y solo les puede ser teatro capaz todo el orbe.
Desde el comienzo de junio y de las rosas, en este país del sol sobre azul, en la tierra trigueña del olivo y del laurel, queridos de Febo, está lloviendo, lloviendo a hilos de agua cerrados, continuos, imperturbables, sin un soplo de viento que los tuerza, ni un rayo de luz que los abrillante, formando de las nubes a las calles una movible trama de humedad y de tristeza, en que el alma se agita y se rinde como una mariposa presa en las telas de la araña.
Flamean las mantas rojas, amarillas, azules, colgadas al aire en una tienda; un mendigo, con redondo y ancho sombrero tieso, vestido de buriel pardo, discurre al sol, agachado sobre su palo; atraviesan la plaza dos borricos cargados de ramaje de olivo; pasa ligero, con menudo paso afirmado de viejo hidalgo, la capa al aire, un señor de largos bigotes grises y hongo apuntado. Salgo de la plaza.
Palabra del Dia
Otros Mirando