United States or Moldova ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los grandes casi siempre van serios y bien compuestos como los estudiantes alemanes. Plácido seguía el paseo de Magallanes para entrar por la brecha antes puerta de Sto. Domingo, cuando de repente recibió una palmada sobre el hombro que le hizo volverse inmediatamente de mal humor. ¡Olé, Penitente, olé, Penitente!

El Pretendiente, tres... y mire usted, lo que es ese dará mucho juego; ya empieza todo el mundo a llamarle Carlos VII. Reúne él solo más partidarios que todos los demás juntos, y gente cruda, de trabuco y pelo en pecho. El duque de Aosta, un italiano... cuatro. Un alemán que se llama Ho... ho... en fin, un nombre difícil; los periódicos satíricos lo convirtieron en Ole, ole, si me eligen... cinco.

Las exclamaciones de Suárez ¡Olé, mi niña! ¡Bendito sea tu salero! ¡Alza, palomita, alza! y otras por el estilo, que soltaba en las pausas del canto, me parecían groseras e impropias. Pero observé que ellas no las tomaban a mal, por lo que vine a entender que eran el acompañamiento natural y obligado de aquel baile. Cuando éste terminó, la hermana María de la Luz corrió a sentarse avergonzada.

Ella, después de permanecer un instante inmóvil, fué á sentarse detrás del mostrador, cogiendo de nuevo la calceta. ¡Ole por el patrón de la barca! gritó uno dentro. Á la paz de Dios, señores dijo Velázquez sentándose en la silla que le ofrecían. ¿Y de dónde viene el hombre á estas horas? preguntó una joven morena, de facciones abultadas, graciosa y ruda á la vez. De la calle.

La señora, fatigada, sin duda, del silencio en el que se perdían sus palabras, fue a sentarse ante un piano de cola, y las teclas, heridas con viril empuje, lanzaron el ritmo alegre de unas malagueñas. ¡Olé!... Eso está güeno; pero mu güeno dijo el torero repeliendo su torpeza.

Yo sentí un vivo escalofrío, un fuerte estremecimiento, como si hubiera tocado en el botón de una máquina eléctrica. Aquella nota se fue apagando, hasta que murió en su garganta como un blando suspiro. Luego cantó rápidamente y con brío los dos primeros versos de la copla y guardó silencio. ¡Olé, mi niña! ¡Bueno! ¡Viva tu salero! gritaron algunas voces.

El Chiquito de Ciérvana se pavoneaba con la palanca al hombro, presuntuoso como un torero en el redondel, como un pelotari célebre en la cancha, mirando á las mujeres que ocupaban los balcones. ¡Olé, mi niño! gritaban los mineros. ¡Ené el Chiquito!... Ahora se va á ver lo bueno de las minas. ¡Aquí hay cartera para él!

Al ver a Gallardo después de larga ausencia, lo abrazó, estrujando su flácido abdomen contra aquel cuerpo que parecía de bronce. ¡Olé los buenos mozos! Encontraba al espada mejor que nunca. ¿Y cómo va eso de la República, doctó? ¿Cuándo viene? preguntó Gallardo con sorna andaluza . El Nacional dice que ya está al caer; que será un día de estos. ¿Y a ti qué te importa, guasón?

Si yo tuviese sus onzas, sus onzas.... ¡ole con ole! Pero di, ¿y te parece a ti, que no hay gato encerrado en lo de Artegui y Lucía? ¡Pch! no silbó Perico, que a diferencia de su hermana, no era maldiciente, sino cuando se irritaba contra alguno . Ese Artegui tiene sangre de horchata, de horchata, y estoy segurísimo de que ni esto, ni esto le ha dicho.

El toro bajó la cabeza y sus cuernos engancharon el cuerpo inerte, elevándolo un instante del suelo y dejándolo caer, para proseguir su carrera, llevando en el cuello la empuñadura de la espada, hundida hasta la cruz. Gallardo se levantó torpemente, y la plaza entera estalló en un aplauso ensordecedor, ansiosa de reparar su injusticia. ¡Olé los hombres! ¡Bien por el niño de Sevilla!