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Actualizado: 16 de junio de 2025


Hacía esfuerzos por aparentar rudeza y mal humor, como si se presentase arrastrado por el deber y no por el cariño; pero el cerdoso bigote le temblaba y los ojillos parpadeaban nerviosamente.

Velázquez había cesado de cantar y se inclinaba para hablar con Mercedes, quien con el codo sobre la mesa y la mejilla sobre la mano mostraba una actitud marcadamente displicente. Era graciosa esta Mercedes con sus ojillos chispeantes, los dientes blancos y menudos y la nariz remangada.

Y con esto, lector amigo, te dejo en paz, y libre quedas para entrarte, si te place, por las páginas de mi libro o dar media vuelta a la derecha. Témome, sin embargo, y en tus ojillos devotos lo conozco, que ansías ya por leerlo, y no lo dejarás hasta devorarlo letra a letra; porque si mis razones no te han convencido, como deseo, es fácil que la curiosidad te impulse contra lo que yo pretendo.

Pero convencido de que era inútil luchar contra un temporal tan deshecho, renunció a agarrarse a él. D.ª Carolina era del mismo corte y figura que su hija Presentación, esto es, delgada, nerviosa y con unos ojillos vivos y penetrantes que los años habían hundido y rodeado de un círculo oscuro y fruncido.

¿Qué deseaba usted, caballero? me preguntó comiéndose, como andaluza de sangre, la mitad de las letras. Al mismo tiempo cerró aún más los ojillos para mirarme, levantando la cabeza y ladeándola, como un pájaro que escucha ruido. Volví a repetir mi demanda y la recomendación que traía.

Tendió las manos, por el automatismo de la costumbre, sobre un brasero monumental de plata que estaba vacío, y contempló fijamente a Jaime con sus ojillos grises de mirada aguda, habituados a infundir miedo. Esta mirada autoritaria fue humanizándose, hasta temblar con una lacrimosidad de emoción. Cerca de diez años que no veía a su sobrino. Eres un Febrer de lo más puro.

Las dos tienen los brazos cruzados so el delantal; una cierra los ojos y echa la cabeza sobre el pecho; otra, las puntas del pañuelo cogidas en la boca, echa hacia atrás la testa y mira de cuando en cuando con los ojillos entornados... Pasan dos, tres estaciones; cruza el convoy sobre una redoblante plataforma giratoria. Las viejas se remueven sobresaltadas.

No se oían más que estas exclamaciones: «¡Pobrecillos! ¡Qué vergüenza de madre! ¡La autoridad debía de intervenir en estas cosasetc. Al fin se había conseguido que el niño se tuviese en pie; pero estaba cadavérico, haciendo rodar sus ojillos de un lado a otro sin darse cuenta de dónde estaba. Tendría unos cuatro o cinco años.

Apareció Simón al oir la voz de su señor y en un instante se vió asido por los formidables brazos de Tristán, de los que pasó á los de Roger. No había vuelto de su sorpresa el buen Simón cuando se presentó en la puerta el barón de Morel, espada en mano y guiñando más que nunca sus ojillos, en busca de imaginario enemigo.

En torno de la mesa, husmeando con aire goloso, estaba una diminuta perra inglesa, que, con su piel de porcelana, sus ojillos de cristal y las patas de alambre, parecía escapada de una tienda de juguetes. Al ver a sus amas, el liliputiense animal sacó la roja lengua, lanzando un ladrido que parecía un estornudo. ¡Miss...! ¡mi querida Miss! gritó Amparito, queriendo tomarla en brazos.

Palabra del Dia

rigoleto

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