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Actualizado: 8 de julio de 2025


NARV. Todo hombre esté atento y surto, Que apenas nos oiga el viento, Con tan poco movimiento, Como el lobo cuando al hurto Camina solo y atento; Que si en los montes o llanos De los ganados cercanos Hace en las piedras ruído Con las manos, de corrido Se muerde las mismas manos.

Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: «¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigoTres héroes

Decir no dirás, pero hablar hablas sin saber lo que hablas.... Pensáis que no hay más que mudar y mudar y meter pillos.... Aquí se requiere honradez. Eso ya se sabe. Por de contado que ... Demasiado. Pues el que os oiga.... Y vamos acá.

Fue, en no qué tiempo, de la Milicia Nacional, hizo barricadas, hablaba mucho, y para él todos los que gobernaban eran ladrones. Cuando yo era niña jugaba con el morrión de mi abuelo... ¡Qué cosas!... Oiga usted... El que llamo mi padre fue más listo que el que llamo mi abuelo. ¡Oh!, , era caballero y tenía talento. En el partido le temían.

Es ley, hija, es ley, que no puede faltar... Y si me apuras, te diré que a Jacinta no se le importa un pito. A cuenta que no le quiere nada... Estas casadas ricas, como viven con tantismo regalo, no quieren a sus maridos... quieren a otros. No lo digo por ella, Dios me oiga, aunque sabe Dios lo que hará, lo cual no quita que sea mayormente un ángel y que reparta muchas caridades».

Quedamos, pues, en que la Juana y la niña van muy bien, aunque pudieran ir mejor; y Belarmino no puede ir mejor, aunque no oiga misa. Y el voluminoso fraile se levantó de un asiento que antes se creyera que era un butacón, ya que el Padre lo llenaba de brazo a brazo; pero, así que se hubo levantado, resultó ser un sofá, y no de los pequeños. Belarmino no podía ir mejor.

Parece que debió de inclinarse a este último partido, porque alzó los hombros y dijo sonriendo a uno que entraba a la sazón en el despacho: Oiga usted, Nieto: este señor desea que le busquen a «una tal Paca». Y recalcó mucho las últimas palabras, lo cual no me hizo muy buena sangre. ¿Para qué? preguntó el empleado que entraba, dirigiéndose a .

Pero se me trababa la lengua cuando quería decir algo, y me entraban sudores... Me acostumbré a no hablar a usted más que de si me dolía o no la cabeza, de que se me había caído un botón, de si llovía o estaba seco y otras tonterías así... Oiga usted ahora, que después de callar tanto me parece que reviento si no le cuento a usted todo. La conocí hace tres meses.

No ha de ser aquí donde yo os oiga, dijo doña Guiomar, y donde a esa sinventura deje; que ya que vos decís, y yo quiero creerlo, que como hidalgo y cristiano la habéis amparado, ampararla quiero yo, que mejor podré hacerlo y más honestamente, dado que mujer soy y viuda.

Es la verdad; y también bullen y peroran en los soportales de la plaza, y a la puerta de la Colegiata cuando entra o sale la gente, y en la Glorieta, y en la Chopera, y en el Casino y donde quiera que haya público que los oiga. Han tenido hasta conatos de un periódico semanal; pero la falta de una imprenta en la villa les aguó la fiesta.

Palabra del Dia

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