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Actualizado: 8 de julio de 2025
¡No quiero mensajes de parte de Miguel el Negro! exclamé. Pues entonces oiga usted el plan que le propongo por mi cuenta. Ordene un ataque decisivo contra el castillo, encomendando la dirección del asalto a Tarlein y al viejo coronel... ¡Adelante! Pero diciéndome de antemano la hora exacta del ataque. Eso es. ¡Me infunde usted tanta confianza! ¡Bah!
Háblele usted; rompa el silencio de aquella casa; véala usted un momento; oiga su voz, y si ante las declaraciones que ella le haga persiste usted en creerla culpable, no es digno, lo digo cien veces, no es digno de mirarla. Lázaro no pudo resistir á la gran fuerza de estas palabras.
6 mas salido el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó. 7 Otra parte cayó en espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dio fruto. 8 Otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que subió y creció; y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento. 9 Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.
Algunas cigarreras optimistas se atrevieron a indicar que acaso Sobrado se casaría, o por lo menos reconocería lo que viniese. Sí, sí... ¡esperar por eso, papalanatas! ¡Ahora se estará sacudiendo la levita y burlándose bien! No sabes... yo no quiero que ella lo oiga, ni lo entienda decía la Comadreja a Guardiana , pero ese descarado ya vuelve a andar tras de la de García.
Pero así y todo, no podían prescindir la una de la otra y formaban dentro de la casa un partido. Presentación era la preferida de su madre, como Carlota de su padre. Oiga usted, Timoteo dijo de pronto la niña volviéndose hacia el violinista con ojos risueños. ¿Qué era lo que usted tocaba hace poco? ¿Lo último?... Un stornello titulado Día de sol. ¡Qué bonito es!
Aquél se volvió repentinamente hecho una furia, y sujetándole con fuerza por la muñeca, le dijo al oído con acento rabioso: Oiga usted, señor majadero: a mí no me tose usted ¡ni en cuarto grado de tisis! ¿lo oye usted? Don Rosendo, como hombre correcto y muy práctico en estos asuntos de honor, no dijo nada en aquel momento.
Sea usted liberal, que eso no es ofender a Dios, pero no sea usted un boquirroto y mire más lo que dice. Oiga usted, don Cayetano; ni la edad, ni el ser aragonés, le dan a usted derecho para desvergonzarse.... ¡Poco ruido! ¡Poco ruido! señor Fierabrás repuso el canónigo terciando el manteo.
¡La salida! repitieron los contrabandistas con espanto, sin saber de lo que se trataba. ¿Qué salida? preguntó el gitano . Usted está soñando, padre mío, y me temo que sea un mal sueño; porque los aduaneros empiezan a bajar y las balas silban. ¡Oiga!... ¡Pero, Dios mío!
16 Arrepiéntete, porque de otra manera vendré a ti presto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. 17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Al que venciere, daré a comer del Maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un Nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Cuando llegamos a casa, al tiempo de separarnos, la hermana San Sulpicio me dijo: Oiga: ¿podría proporcionarme esa novela de que me hablaba? ¿La de Maximina? Sí: pediré permiso a la superiora y al confesor para leerla. Creo que me lo concederán... Y si no me lo conceden, la leeré de todos modos, aunque me cueste una severa penitencia.
Palabra del Dia
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