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Actualizado: 4 de junio de 2025


Cantaba un anciano junto a un confesonario, con voz temblorosa, grave y dulce... olvidado de las fatigas del trabajo a que el hambre le obligaba, contra los fueros de la vejez. Cantaba todo el pueblo y el órgano, como un padre, acompañaba el coro y le guiaba por las regiones ideales de inefable tristeza consoladora, de la música.

¡Eh, abuelo! ¿Qué hace usted ahí plantado en medio del cuadro? ¿No sabe Usted que está prohibido entrar? La voz ruda de un guarda le arrancaba inesperadamente de su profunda contemplación y le obligaba a volver al camino. La ciencia, el progreso, la humanidad perdían cada vez que esto sucedía inapreciables tesoros de observación. Mas los guardas no lo sabían.

Confesóme que los Farsantes que hacían Comedias, á todos les obligaba restitución, porque se aprovechaban de cuanto habían representado, y que era muy fácil; y que el interés de sacar trescientos ó cuatrocientos reales les ponía á aquellos riesgos.

Llegué a mis quince años, y requiriome de amores el hijo de un rico ganadero vecino nuestro; y digo mal que me requirió, porque aunque él por de amores se abrasase, como después pareció, nunca, ni con sus ojos, ni con su lengua, osó decirme el cuidado en que por se encontraba; ni aun fue él quien a mis padres lo dijo, sino los suyos, que cuidadosos por la salud de Gaspar, que así se llamaba este mi primer enamorado, viendo que cada día estaba más melancólico y más y más se tornaba amarillo, inquirieron la causa de su dolencia, y sabiendo por él que yo lo era, a mis padres me pidieron, y dijéronmelo mis padres, y yo, que no sabía qué cosa fuese amor, ni necesidad alguna de él sentía, ni cosa encontraba en Gaspar que a él me llevase, dije a mis padres que los obedecería, sin saber a lo que me obligaba mi obediencia; y sin pensar mis padres en otra cosa que en el buen casamiento que yo haría, por lo rico que Gaspar era, mi casamiento con él concertaron, esperando que con el trato y comunicación vendría el amor, de que entonces yo no daba ni aun remota señal.

Pues si tuviera usted mis años de pais, sabría que los pescan en la barra misma donde abundan mezclados con la arena. ¿Y su proyecto? Pues á eso voy. Obligaba yo á todos los pueblos del contorno, cercanos á la barra, á criar patos y verá V. como ellos, por solos, la profundizan pescando caracoles... Ni más ni menos, ni menos ni más.

Cada periódico obligaba al español á realizar una nueva danza de alfileres en el mapa, seguida de comentarios de un optimismo á prueba de bomba. Hemos entrado en Alsacia: ¡muy bien!... Parece que ahora abandonamos Alsacia: ¡perfectamente! Adivino la causa. Es para volver á entrar por un sitio mejor, pillando al enemigo por la espalda... Dicen que Lieja ha caído. ¡Mentira!... Y si cae, no importa.

Este asunto, para , era muy secundario. Aunque no podía llamarme rico, como era hijo único tenía más que suficiente para vivir con modestia. La fortuna de Gloria no me interesaba mucho. Sabía que estaba perfectamente administrada, y tal seguridad me obligaba a mostrarme indiferente y descuidado respecto de ella. Esta fue la parte del discurso que peor dije. Era la menos sentida.

Esto le obligaba a ir con alguna más frecuencia a casa de don Bernardino, y a valerse de estratagemas para comunicar con la muchacha; pero todo lo hacía con gusto... y con provecho.

«¡A estas horas! ¡Las once de la mañana! ¡Qué elegancia! ¡qué distinciónpensaban los dependientes a quienes el hado adverso obligaba a levantarse de la cama a las seis todos los días.

Su mujer no se separaba de él sino cuando alguna visita importuna lo obligaba a ello, cuando Milagros entraba con aire afligido, y llamándola aparte, me la obsequiaba con un par de lágrimas o de zalameras caricias... Ya no había que pensar en baños, a menos que no se restableciese Bringas para los primeros días de Agosto, lo cual no parecía probable.

Palabra del Dia

rigoleto

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