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Actualizado: 4 de julio de 2025
Detrás de ellas existían hombres silenciosos, que comían y pensaban; pero eran cadáveres animados, que la estrechez de su tumba obligaba a la inmovilidad; vivos que únicamente sentían la vida a son de corneta, al recibir el rancho por el ventanillo o al salir al sol, para pasear, como fieras enjauladas, durante algunos minutos.
La conciencia me obligaba a hacer esta declaración, pues yo le había agredido por leve motivo, teniendo en cuenta que hablaba en broma. Sin embargo, más adelante pensé que bien podría haber sido preparada aquella escena, porque el malagueño era hombre malintencionado y vengativo.
Ponte no quiso ser menos: la galantería le obligaba a no acostarse mientras su amiga y protectora estuviese en vela, y para conciliar las obligaciones de caballero con su fatiga de convaleciente, descabezó un par de sueñecitos en una silla.
Á mí me contó Dolores, la doncella que dejaron aquí apuntó D.ª Feliciana, que recién casado con Laura la obligaba á sentarse en una mecedora y él se sentaba frente á ella en otra, y pasaba horas enteras meciéndose, sin quitarla ojo. ¡Estaría divertido, como hay Dios!... Pero eso también lo hacía D. Marcelino con usted. ¡Ya lo creo!
De seguro que el Vara de plata se regocijaba también, viendo en esto un pequeño triunfo de la religión, que obligaba a sus enemigos a llevarla en hombros. Pero él lo consideraba de distinto modo: dentro del carro eucarístico representaría la duda y la negación ocultas en el interior de un culto esplendoroso por su pompa exterior, pero vacío de fe y de ideales. Quedamos de acuerdo, don Antolín.
El deber, un deber penosísimo, le obligaba a desatar el lazo que con tal anhelo aspiraba a hacer indisoluble. Godofredo guardaba silencio sobre la naturaleza del deber que le obligaba a faltar a su palabra. La carta cayó como una bomba sobre la familia Sánchez.
De tarde en tarde recibía de lejos un impulso que me obligaba a considerar aquellos éxitos menos desdeñables. Desde el día que nos separamos, Agustín no me había olvidado. En cuanto lo permitía la distancia que nos separaba continuaba procurándome las enseñanzas que habían comenzado en Trembles.
Y este país se ha sublevado más de una vez, añadió el dominico con cierta timidez; en los tiempos en que se les obligaba á acarrear grandes árboles para la construccion de navíos, si no fuera por los religiosos...
Tomó la costumbre de no despedir sin limosna a ningún pobre que se la pidiese, pues, además de dictárselo así su corazón, tenía la multitud de casos en que Nuestro Señor o la Virgen se habían aparecido bajo la forma de pordioseros a muchos santos y santas. El temor y el deseo de que otro tanto le sucediese a ella, la obligaba a escudriñar el semblante de los pobres con cierta emoción.
El pan, la cruel divinidad que obligaba a aceptar esta existencia miserable, rodaba en pedazos por el suelo, o se exhibía en las escarpias, entre los harapos, en enormes teleras de seis libras, como un ídolo al que sólo se podía llegar después de un día de encorvamiento abrumador.
Palabra del Dia
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