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Actualizado: 4 de junio de 2025
Echándose un pañuelo por los hombros, porque el calor de la plancha la obligaba a estar al fresco, pasó al gabinete.
Si alguno, al caerse, entorpecía la marcha, oíase un insulto y un soldado venía blandiendo una rama, arrancada de un arbol, y le obligaba á levantarse, pegando á diestro y á siniestro.
Pero al fin éstos no pudieron permanecer inactivos, y comenzó a poner obstáculos al apostolado de su excusador. Unas veces le quitaba de predicar en determinados días, otras le prohibía sentarse tantas horas en el confesonario o le obligaba a decir la misa más tarde.
Esta reclusion por librarse de los tributos prueba que solo los pagaban cuando salian al público libres de toda estorsion si la enfermedad ó la pobreza los obligaba á mantenerse ocultos.» De los tributos estraordinarios impuestos á los infelices Cristianos en tiempo de la persecucion sarracena se hablará mas adelante.
Mi madre me inculcó la idea de que mi posición me obligaba a ser más rígido que los demás. Yo, en el fondo, era un muchacho atolondrado, de buen corazón, aunque un tanto violento. Muy joven comencé a navegar, y en el barco tuve que ir olvidando cuantas enseñanzas me dio mi madre. Mi vida, en los primeros años de navegación, fué muy intensa.
Todas las noches del año le obligaba a rezar el rosario con los dependientes de la casa; hasta que cumplió los veinticinco nunca fue a paseo solo, sino en corporación con los susodichos dependientes; el teatro no lo cataba sino el día de Pascua, y le hacían un trajecito nuevo cada año, el cual no se ponía más que los domingos.
Este burlaba las órdenes perentorias del director, llevando a Mendoza a su cuarto, si bien con secreto; y digo que era ella y no éste quien las burlaba, porque el muchacho nunca hubiera osado hacerlo si no fuese porque ella le obligaba.
Si Mauricio hubiera estado en aquel momento capaz de reflexionar, la ardiente alegría que la señorita Guichard demostraba, le hubiera puesto en guardia contra la facilidad con que acababa de acceder á las pretensiones de la despótica solterona; hubiera pensado que, para empezar, el paso á que se lo obligaba era muy largo y que si el segundo iba á ser del mismo tamaño, le conduciría infaliblemente á la esclavitud.
Mi conciencia como presidente de la Comisión me obligaba a oponerme; en primer lugar, porque la Diputación debía muchos miles de duros por obligaciones de beneficencia, carreteras, etc., y en segundo, porque con el hospital de Elda bastaba. Sabía también lo que sucedía en los hospitales de distrito. Me llamó el gobernador, diciéndome que el ministro deseaba complacer a sus amigos de Orihuela.
La joven se resistía con palabras humildes como todas las notabilidades: «¡Oh, felices! ¡Si yo no hago más que cencerrear un poquito...! Tendrán ustedes que taparse los oídos.» Y otras frases por el estilo acompañadas de un poquito de rubor que impresionaba gratamente a los tertulios y les obligaba a redoblar sus esfuerzos.
Palabra del Dia
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