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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Asintió el jorobado con toda su alma, porque aún más que la desgracia de su hija, le preocupaba el vengarse del excusador. Y comenzaron a cuchichear largamente sobre los medios de llevarlo a cabo. Habían dado ya las cuatro de la madrugada cuando Obdulia salió del cuarto de su padre. Se metió en la cama con fiebre. No pudo conciliar el sueño.
Acato humildemente sus aseveraciones dijo Frasquito humillándose . Siempre hice lo mismo con todas las damas a quienes he tratado, que han sido muchas, Obdulia, pero muchas... Eso bien se ve. No conozco otra persona que se le iguale en la finura del trato. Francamente, es usted el prototipo de la elegancia... de la... ¡Por Dios!...».
Murmuró algunas frases incoherentes, pero Obdulia continuó sin hacer caso de él: Yo de teología sólo sé que los sacerdotes están obligados a tener oración, y que el alabarse de no rezar es más propio de impíos que de ministros del Señor. Lo dijo con calma y naturalidad que hicieron más incisivo y profundo el arañazo.
Allí la piedad está representada por un Cristo vulgar colocado de una manera contraria a las conveniencias». «¡Lástima concluía Obdulia, sin sentir lástima , que un bijou tan precioso se guarde en tan miserable joyero!». «¡Ah! debía confesar que el juego de cama era digno de una princesa. ¡Qué sabanas! ¡Qué almohadones! Ella había pasado la mano por todo aquello, ¡qué suavidad!
Claro que no... Pues que no sean ellos atrevidos. Si Obdulia les consiente ciertas cosas... yo no quiero, yo no quiero. Ni yo quiero tampoco que tú te compares con Obdulia. Ella es... una cualquier cosa, que no sé cómo la admiten en la tertulia; y por darse tono, por decir que es íntima de la marquesa y de sus hijas, pasa por todo. Tú eres de la clase.
Obdulia, dirigiéndose a los atónitos caballeros, hizo ademán de retorcer el pescuezo a su víctima y gritó triunfante: ¡Yo misma! ¡he sido yo misma! ¡Así a todos los hombres!... «¡Era Obdulia! ¡Obdulia! Luego no estaba la otra».
Adquirió el convencimiento de que aquél la tomaba como instrumento para hacer padecer un poco a su ama y tenerla más atenta y sumisa. Tal convicción la empujó de nuevo hacia D. Narciso, a quien hacía tiempo había abandonado; pero éste, que nunca le había profesado gran afición, como a Obdulia, la rechazó sin miramientos. Si embargo, la ex-joven seguía luchando bravamente con D.ª Filomena.
Pero D.ª Josefa, hasta que llegó a ella, siguió gritando: ¡No hay justicia que azote a esa mala mujer, que la emplume!... ¡Bribona, que has andado siempre detrás de los curas, como una perra salida!... ¡Meterla en un baño de agua fría para que se refresque!... Otro hujier fue a expulsar a la otra; pero en el momento de acercarse, Obdulia se desplomó, acometida de un síncope.
Por lo demás, a ella y a sus dos hermanas, las llamaban los plebeyos «Las tres desgracias», y a su señor padre, barón de la Barcaza, el barón de la Deuda flotante, aludiendo al título y a los muchos acreedores del magnate. Refugiábanse en el círculo aristocrático, donde también entraban, por especial privilegio, Visitación y Obdulia, pariente de nobles.
Por eso el espíritu no envejecía: era el estómago, el pícaro estómago el que no hacía caso de la fervorosa contrición del pobre hombre. ¡Y que le dijeran a don Saturno que la materia no es vil y grosera! Aquel día había recibido antes de comer un billete perfumado de su amiguita Obdulia Fandiño, viuda de Pomares. ¡Qué emoción!
Palabra del Dia
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