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Actualizado: 28 de julio de 2025
Una señora está abajo preguntando por usted. Dice que necesita hablarle en seguida. ¿Una señora? replicó el P. Gil abriendo mucho los ojos. Será la señorita Obdulia. No, señor, no es ésa replicó el ama haciendo con los labios un gesto de desdén. La señora que aguarda abajo es mucho más guapa y elegante.
En tanto el lánguido Frasquito y la esmirriada Obdulia platicaban gozosos de cosas gratas, harto distantes de la triste realidad.
Sí, niña... ¿no ves que confieso con él?... No había más remedio... Le dije: «Mire, D. Narciso... no se ofenda usted... pero yo, viéndoles a usted y a Obdulia jugar en el jardín, tengo sospechas... se me ocurren malos pensamientos.» ¡Ave María, qué barbaridad! ¿Y qué dijo él? Se puso todo sofocado... ¡Uf!
Sabía positivamente que don Álvaro había sido amante de Obdulia, porque ella se lo había confesado. «¡El único!» según la dama. Pero Orgaz sospechaba que había heredado aquellos amores Paco. Obdulia juraba que no.
Sí, Quintanar dice bien, esto es el paraíso, ¿qué nos falta a nosotros en él? Según Quintanar, nada más que música.... Oh, pues por música que no quede. Corro al salón a tocar la donna é movile, con el dedo índice, mi único dedo músico. ¡Qué cursi es esto según Obdulia!... ¡Una dama que no sabe tocar el piano más que con un dedo!
Obdulia, que disimulaba mal su aburrimiento mientras se hablaba de cuadros, ojivas, arcos peraltados, dovelas y otras tonterías que no había entendido nunca, se animó con la presencia del Magistral de quien era hija de confesión, por más que él había procurado varias veces entregarla a don Custodio, hambriento de esta clase de presas.
¿Quién hace caso de ese señor? decía Visitación la del Banco un hombre cerril; santo, eso sí, pero montaraz. En fin, ¡un hombre que me echó a mí de la sacristía de Santo Domingo siendo yo tesorera del Corazón de Jesús! Un hombre así aseveraba Obdulia debía pasar la vida sobre una columna.... Como San Simón Estilista acudió Trabuco, que estaba presente.
Paco la pellizcaba sin compasión y ella despedazaba los brazos de Paco; Joaquín Orgaz, que había conseguido aquella tarde algunas ventajas positivas en el amor siempre efímero de Obdulia, pellizcaba también; y había carreras, tropezones, voces, aprietos, saltos, sustos, sorpresas.
Pero el Marqués, aun subido al palo más alto no llegaba a coger la barquilla del columpio, de modo que pudiera hacer fuerza para descolgarla. Que llamen a Diego... a Bautista... decía la Marquesa. ¡Sí, sí; que venga Bautista!... gritaba Obdulia recordando la fuerza del cochero.
De Joaquinito Orgaz, el flamenco que andará buscándote por todas partes. Es chusco ¿eh? Obdulia meditó y al fin rió a carcajadas. «Era chusco en efecto». Se había sentado sobre la cama de la difunta. Los pies de la viuda se movían oscilando como péndulos. Se veía otra vez la media escocesa. Ahora se veían dos. Obdulia suspiró.
Palabra del Dia
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