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Actualizado: 11 de julio de 2025


Nunca la había visitado, pero sabía sus señas: Cuervo, 14, sotabanco, cerca del cielo. ¡Siempre, anda la felicidad por las nubes!

El prolongado equinoccio renovando durante la noche sus furiosos resoplidos parecidos por su regularidad a suspiros de muerte; las furiosas ráfagas de viento chocando contra los muros; los silbadores torbellinos llevándose consigo ¡Dios sabe dónde! nubes de hojarasca muerta, en medio de las cuales parece que se oyen como gritos de angustia; los graznidos siniestros de los cuervos despertados por el choque de las ramas que van rompiéndose, las bruscas sacudidas de la tempestad conmoviéndolo todo: aseméjanse, en verdad, a espíritus escapados de sus tumbas empujándose, chocando y gimiendo arremolinados por el viento.

Si se desea estar en un clima, al mismo tiempo que muy frio, lleno de nieblas y cerrazones, ó cubierto de esas nubes húmedas que se ven constantemente detenidas por la cordillera, no hay mas que encaminarse á Pelucho.

Necedades de don Víctor; había levantado el brazo señalando a las nubes; aquello parecía como responder del buen tiempo; en efecto, la tarde estaba hermosa, podía asegurarse que no llovería... pero ¿y qué? ¿Era esa razón suficiente para salir con el enemigo al campo? Porque aquel era el enemigo, , don Fermín volvía a sospecharlo.

La navegación, que duró dieciocho días, no pudo ser más próspera. Nos detuvimos y desembarcamos en Bahía de Todos los Santos, antigua capital del Imperio, y en la hermosa ciudad de Pernambuco. Al abandonar luego las costas de América, tal vez para siempre, sentí nueva aunque dulce melancolía. Era al ponerse el sol entre nubes de carmín y de oro.

Las montanas se han abierto un camino al traves de las nubes, y con su choque han hecho temblar toda la cordillera de los Alpes, cubriendo de escombros los verdes valles, deteniendo el curso de los rios por su caida repentina, reduciendo sus aguas en turbillones de vapores y forzando al manantial a que se forme una nueva madre.

Esperamos a ver lo que ocurría, los seis hombres en los remos; yo, de pie, en el timón. Una de las barcas pasó; la otra, según dijeron, se perdía. ¡Hala! ¡Fuera! dije yo. Salimos de las puntas. El horizonte se llenaba de nubes negras, cuyas formas cambiaban continuamente; a lo lejos, en el fondo del cielo, cerca del agua, se veía una barra negrísima, cuyo borde superior tenía un tinte cobrizo.

Habían minado con todos los explosivos sobrantes de la guerra el Casino, la plaza, la ciudad. Yo subí, aturdido, hasta las nubes, pero pude ver cómo desaparecía Monte-Carlo y hasta el peñón de Mónaco, ocupando el mar, con una ola gigantesca, el sitio de las tierras desaparecidas. Y cuando volví a caer... Despertó usted dijo Novoa.

La luna, velada por las nubes, no esparcía ya su claridad sobre el misterio de la noche; la masa negra de los árboles se erguía hostil, y los grupos de plantas floridas no formaban más que sombrías manchas. El alma del jardín había volado.

Cae la tarde; el amigo a quien esperas, no viene; la mujer querida está lejos, y aún no te llaman para comer. Luego el tiempo cierra en lluvia; y , apoyada la frente en la vidriera del balcón, te aburres viendo la inmensa comba de agua que se desprende de las nubes.

Palabra del Dia

malignas

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