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Actualizado: 11 de julio de 2025


Concedióselo la señora con ademán soberano, y acto continuo el poeta sacó del bolsillo interior de su levita un pliego de papel de barba que desdobló con mano temblorosa. No se oía en el gabinete una mosca. «A la esclarecida señora D.ª Fredesvinda BejaranoEra una oda en que se la ensalzaba hasta las nubes, presentándola como una protectora de las bellas artes, una nueva Cristina de Suecia.

Se burlaba de él; se reía a más y mejor de sus conclusiones luteranas, y después rebatía, con mucho acierto, los errores del mozo. ¡Joven! ¡joven! prorrumpía en tono de sermón. Esta Constitución que usted pone por las nubes, no ha sido hecha de acuerdo con las necesidades del país. Hago punto omiso de cuanto hay en ella contra la Religión. Pugna contra nuestras costumbres.

Era al día siguiente domingo de Carnaval, y Madrid amaneció con el suelo emporcachado y el cielo radiante, como una meretriz coronada de flores y sentada en un charco; un fuerte viento del Norte había barrido las nubes y helado por los rincones los restos de nieve que habían logrado sustraerse a las pesquisas de la escoba municipal.

Se abrieron luego las nubes y abundante lluvia, un verdadero diluvio, empezó a caer sobre la tierra. No había coche ni silla de manos en que irse, y María Antonia Fernández, alias La Caramba, se refugió en la iglesia de Capuchinos del Prado, donde se celebraba en aquel momento una solemne función religiosa. Predicaba fray Atanasio, predicador tan elocuente como severo.

Otras veces, la pesada masa de las nubes borra las cimas, las pendientes superiores, toda la alta montaña, como si el cielo ceniciento ú obscuro descendiera hasta la tierra: el monte se aleja y se aproxima según el juego de los vapores que se adelgazan y se espesan.

Pero si persistes y logras convencerles y te ponen el marchamo de medianía incurable, entonces verás cuán desembarazado caminas; las selvas enmarañadas se abrirán para dejarte paso, las montañas se abatirán, los ríos quedarán en seco y entre nubes de incienso proseguirás tu marcha gloriosa arrullado por los ¡hosanna! de la crítica.

Mientras tanto, frecuentes relámpagos recorrían la atmósfera y abrían en las nubes despedazadas deslumbrantes caminos y vastos pórticos de fuego.

Mas por las tardes todavía el invierno reivindicaba sus derechos, ora esparciendo sobre la villa y la ría una espesa capa de niebla, que no tardaba en deshacerse en cierzo, ora haciendo correr por el cielo furiosamente negras y colosales nubes que iban a descargar su peso a lo interior.

El moribundo, con los ojos cerrados, parecía prepararse a conciliar el sueño dulce que anhelaba. La estancia se oscurecía por momentos fuertemente y en otros se esclarecía, revelando la espesura de las nubes que interceptaban la luz del sol.

Verdad que si se muere valdrán más, porque aquí, cuando un artista está vivo, nadie le hace maldito caso, y en cuanto se muere de miseria ó de cansancio, le ponen en las nubes, le llaman genio y qué yo qué... Me parece que no llego nunca á mi casa. ¡Qué lejos está, estando tan cerca

Palabra del Dia

malignas

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