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Actualizado: 11 de julio de 2025
¿Qué hago yo aquí? se dijo . No parece sino que uno de estos gallegos me va a prestar cinco mil reales por mi cara bonita . Los barrenderos levantaban nubes de polvo que un sol anaranjado teñía del mismo color de la niebla que se arrastraba sobre los tejados. Pues lo que es uno de estos señores de escoba tampoco creo yo que me dé lo que necesito. ¿Qué hago yo aquí?
Yo en tanto, acordándome de D. Quijote, contemplaba el cielo, en cuyo sombrío fondo las pardas y desgarradas nubes, tan pronto negras como radiantes de luz, dibujaban mil figuras de colosal tamaño, con esa expresión que, sin dejar de ser cercana a la caricatura, tiene no sé qué sello de solemne y pavorosa grandeza.
Mi padre había dicho siempre que yo era un vivo retrato de mi abuelo, el Marqués Santiago, y sin duda, algunos resplandores de esta semejanza penetraban de tiempo en tiempo, atravesando las nubes de su cerebro, hasta la conciencia confusa de aquel anciano. Apenas dueño de esta secreta revelación, caí en una horrible perplejidad.
Parecíame todo el valle, relativamente a la altura de su marco, de una pequeñez asfixiadora, y considerábame caído de las nubes en el fondo de un dedal enorme. ¿Qué idea tendría Chisco de la Gloria celestial, cuando la ponía solamente un punto más arriba que aquello en la escala de lo hermoso y admirable? ¡Dios eterno, qué envidia tuve entonces a los pájaros porque volaban!
El tiro no dio en el blanco, el tiro de usted se fue allá, por las nubes.... Sólo que antes que usted, mucho antes, otro cazador, escondido, había disparado también... y ese fue el que mató la res, y se quedó con ella y con los siete mil reales de usted.
La bandada que formaban era más grande que cuanto pueden abarcar los ojos en el espacio visible, y cubría la luna y las estrellas, como cuando el firmamento se llena de nubes. «A prisa, á prisa, caballeritos, que va á ser de día dijo uno, y el Abuelo nos va á reñir si llegamos tarde. No valen nada los Nacimientos de este año.... ¡Cuando uno recuerda aquellos tiempos...!»
Y mientras que, semejantes a fantasmas, estas espesas nubes avanzaban lentamente, de improviso apareció Yégof gritando con voz seca: ¡Por fin estáis aquí! ¡Ya me habéis oído!
He castigado con la locura a los que estaban detenidos por sabios, los gefes inhabiles han sido proclamados por mi, dignos de gobernar el mundo ... los mortales empezaban a disgustarse de los tiranos, se atrevian a pensar por si mismos, a poner los reyes en equilibrio, y a hablar de la libertad, que para ellos es el fruto vedado... Pero esta tarde ... montemos en nuestras nubes.
Les dijo, por medio de uno de sus monteros, que podían ir andando, pues no tardaría en alcanzarlos. La mañana estaba nublada y fresca. El toldo de nubes que cerraba herméticamente el horizonte no era, sin embargo, muy espeso: la luz pasaba por él sin trabajo. Del lado del Oriente se percibía la redonda masa inflamada del sol, prisionero entre cendales plomizos.
Todos esos aspectos variables, esas lentas ó rápidas transfiguraciones de la montaña, la hacen asemejarse vagamente á un gigante prodigioso que meneara la cabeza por encima de las nubes. Bien diferentes son las inmutables cimas de fijos perfiles que baña la luz pura del cielo de Egipto, de estas montañas cantadas por los poemas de Ossián.
Palabra del Dia
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