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Actualizado: 19 de junio de 2025
La otra no quería confesarlo; pero la madrecita, que sabía tanto, le dijo: «Los albañiles te lo han tirado desde la obra. No lo niegues. Ya te vi haciéndoles garatusas. Si la Superiora sabe que andas en telégrafos con los albañiles, buena te la arma... y con razón. Tira ya el tabacazo, indecente... ¡Ay, qué asco! Me ha dejado la boca perdida.
Es un tipo, bien a la vista está; pero tiene prendas que no puede ni debe desconocer una mujer como tú. Por tanto, como buena amiga y porque te quiero mucho, te aconsejo que si pide tu mano, no se la niegues.
Soledad, á quien no pasó inadvertida aquella mirada escrutadora, hizo lo posible por disipar su sospecha. Se mostró alegre, jaranera. Y díme, ¿cómo te ha ido el jueves por la Palma de Londillo? Ya sé que has estado allí con unas mujeres... ¿Yo? Sí, tú; no me lo niegues. Os habéis bebido un río de manzanilla, y tú has dormido debajo de la mesa. Hija, te contaré la verdad.
No lo niegues; adivino tu pensamiento a pesar de los velos que le disfrazan... Pero ten en cuenta que conoce la insuficiente medianía de mis recursos actuales y lo incierto de mis lejanas esperanzas, que se reducen a una cátedra en el Colegio de Francia cuando Marignol tenga a bien dejarme la suya.
5 Toda palabra de Dios es limpia; es escudo a los que en él esperan. 6 No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso. 7 Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: 8 Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; manténme del pan de mi juicio;
Inverosímil parece interpuso Morsamor que tú, siendo tan mozo, dudes de lo verdaderamente poético o más bien lo niegues, entregándote a cavilaciones diabólicas. ¿Quién sabe? dijo Tiburcio . Posible es que tenga yo algo de diablo, pero, aun así, yo sería siempre un diablo muy puesto en razón y muy juicioso.
Únicamente desea que le permitas tratarte algún tiempo; y si al cabo le consideras merecedor de tu mano, se la otorgues, y si no, se la niegues. Pues negada desde luego, y sin necesidad de trato replicó con firmeza la joven. Es muy pronto eso dijo Gonzalo sonriendo para disimular la irritación que aquella brusca respuesta le había producido.
Cuando llegue á esa, llegará hambriento, cansado, mojado: préstale mesa á que sentarse, ropa con que mudarse, lecho en que descansar; no le niegues nada de esto, Francisco; recuerda que tu hermano y yo le hemos amado como si fuera un hijo de nuestra sangre, y que yo, que nunca te he pedido nada, te lo suplico desde el borde de mi sepultura. »Sobre todo ven al instante, porque me siento morir.
Y vos, señora, ordenad A Silvia lo que ha de hacer; Y vos, Silvia, á su querer Sujetad la voluntad. Cristiana, de donde eres? Eres pobre, ó eres rica? De suerte ensalzada ó chica? No me lo niegues, si quieres; Porque soi qual tú muger, Y no de entrañas tan duras, Que tus tristes desventuras No me hayan de enternecer.
Pues yo le he visto rondando esta calle. Sí, señora, le he visto. No me lo niegues. ¡Tú tienes tratos con él, tú le has hablado, tú le has dado cita aquí!... Clara no había visto nunca á Elías tan encolerizado contra ella. Las inculpaciones que le hacía ofendieron tanto su inocencia, que en aquel momento sintió lo que nunca había sentido: una secreta aversión hacia aquel hombre.
Palabra del Dia
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