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Actualizado: 7 de junio de 2025
Hombres y mujeres parecían haber retrocedido a la infancia en esta vida de aislamiento y monotonía azul. A los postres, las damas saltaron nerviosamente en sus sillas, ahogando un grito de susto; muchos hombres se estremecieron, con la nerviosidad que despierta un estrépito inesperado.
Me estás tratando con mucha dureza respondió atribulado el joven, haciendo pucheros para llorar. Va usted a dispensarme que intervenga en este asunto manifestó entonces el presbítero con voz que parecía el chirrido de una bisagra enmohecida, incorporándose un poco y llevándose nerviosamente la mano a las gafas para sujetarlas.
Y apretaba sus labios; se le encendían de pronto, como de un vuelco de la sangre las mejillas; enrollaba nerviosamente en el dedo índice de la mano izquierda un finísimo pañuelo de batista y encaje.
Luciano paseaba en silencio desde el dormitorio a la estancia contigua, y con la mano derecha metida en el bolsillo del chaleco, acariciaba nerviosamente un pequeño frasco de cristal.
Tomaron éstos asiento en los dos bancos de tallado roble que iban desde el estrado hasta el extremo opuesto de la estancia, donde el hermano Ambrosio y el Maestro de novicios ocuparon sendos sitiales. Era el primero un joven enteco, alto y pálido, que oprimía nerviosamente entre sus manos un enrollado pergamino.
Recordando Ferpierre el relato del juez de paz, según el cual el Príncipe, a la llegada de Julia Pico, se había turbado, poniéndose otra vez a temblar nerviosamente y a respirar con ansia, pensaba que tal vez Alejo Zakunine hubiese visto en la mujer una acusadora, y que de allí proviniera su turbación.
Esta gente mal pergeñada fué manifestando con sonrisas interminables la admiración que sentía ante la hermosa señora, y Elena acabó por reir también, nerviosamente, al recordar los domésticos que había dejado en París. Después de la cena, Robledo, que deseaba enterarse de la marcha de los trabajos, habló á solas con su consocio.
Fermín asomó la cabeza al cuarto de la juerga, y después de aceptar una copa de Dupont huyó de éste, que intentaba cogerle por las solapas, para que se quedase. Antes de media tarde llegó Fermín a Marchamalo. Rafael le llevó en las ancas de su jaca. Su impaciencia le hacía mover nerviosamente los talones, espoleando al animal.
Rafael había salido del salón, Juanito jugueteaba con Miss, cada vez más inquieta y ladradora, y Roberto, apoyado en el piano, hablaba con Concha, que sonreía, tecleando nerviosamente, haciendo escalas que parecían cabriolas e iniciando temas conocidos, que se confundían fantásticamente. ¿Dónde diablos están los otros? pensaba el tío, paseando su vista por el salón.
Dormía en una inmovilidad absoluta, con los ojos entreabiertos y el rostro densamente pálido. Cuando a las tres de la tarde salió de aquel profundo letargo, supo, sin asombro alguno, que su esposa se había marchado en la diligencia de Lancia. Después de desahogar su ira la hija de Osuna, siguió por la calle del Cuadrante abajo, riendo todavía nerviosamente algún tiempo.
Palabra del Dia
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