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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Amparo sentía mucho frío cuando Baltasar llegó. Sentose este al lado de la muchacha, que le presentó un paquete de sus cigarrillos predilectos, emboquillados, bastante largos, liados con gran esmero. Baltasar tomó uno y lo encendió, chupándolo nerviosamente con rápidas aspiraciones.

Doña Guiomar no pestañeó siquiera; pero sus manos restregaron nerviosamente los brazos del sillón en que estaba sentada.

Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exangüe sombreado por rala barba negra, tenía una mujer hermosa y fuertemente apasionada. La joven, de origen callejero, había aspirado con su hermosura a un más alto enlace. Esperó hasta los veinte años, provocando a los hombres y a sus vecinas con su cuerpo. Temerosa al fin, aceptó nerviosamente a Kassim. No más sueños de lujo, sin embargo.

Amparo pensaba que, por ser la más pequeña y la más débil, tenía que contentarse con el sobrante de la otra, y Concha retocaba su moño nerviosamente, murmuraba y daba furiosas pataditas, mirando de soslayo, sin poder copiar el perfil gracioso del peinado de aquella muñeca. Por fin llegó el momento en que volvieron a su cuarto para ponerse los vestidos más bonitos.

Está en un coma profundo agregó, queriendo confundir a mi tío con un tecnicismo confuso: es una hemorragia cerebral de forma apoplética paralítica. ¡Jesús me ampare y me favorezca! ¡cuatro enfermedades a la vez! ¡Quién resiste a tanto! Y el pobre hombre, haciendo un esfuerzo supremo para manifestar la más suprema emoción, se llevaba la mano a los ojos y se tiraba nerviosamente del pelo.

El Duque algo impaciente, jugando nerviosamente con el gorro que tenía en la mano, replicó: Repito que lo siento mucho, señora.

Bajó los ojos, nerviosamente se ajustó el sombrero, tomó a Raquel por la cintura y ambas salieron. ¿Viste? Contigo también ha cambiado. El señor Molina, inquieto, asombrado, se puso a cavilar en silencio. Aquella sobrina que tanto quería y tanto había regalado desde pequeñuela, surgía ahora para él, repentinamente, como un mundo cerrado.

Junto a la caseta de un guardabarrera, al socaire de las paredes, cuatro o seis gallinas negras picotean y escarban nerviosamente. Y el tren silba y corre, con formidable estrépito de trastos viejos, por la campiña solitaria. Las dos viejas permanecen silenciosas e inmóviles.

Se movió en su asiento nerviosamente al leer las primeras palabras. ¡Miss Margaret no había muerto!... La madre le decía simplemente que su hija estaba enferma, muy enferma, y para que recobrase la salud, ella rogaba á Gillespie que regresase cuanto antes á los Estados Unidos. Quedó aturdido por el texto inesperado del despacho. Experimentó una gran alegría, avergonzándose á continuación de ella.

No debemos creer en aparecidos ni en brujerías. ¡Si yo no creo! repuso la señorita riendo nerviosamente . ¿Usted se figura que soy como el ama, que dice que ha visto en realidad la Compaña, con su procesión de luces allá a las altas horas?

Palabra del Dia

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