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Actualizado: 10 de julio de 2025


El maestro Durand fue a cumplir las órdenes del capitán, murmurando: ¿Qué querrá hacer? Es raro... ¡Aquí, grumete! gritó Kernok a Grano de Sal que estaba enjugando con aire de tristeza el reloj que le había legado el maestro Zeli, porque estaba cubierto de sangre. El marmitón levantó la cabeza; las lágrimas brillaban en sus ojos. Avanzó hacia el terrible capitán, pero sin el menor temor.

El clamor público obligó, por último, al rey de España a darle un sucesor, retirándose el Duque murmurando de la debilidad de un soberano que no le dejaba concluir la gloriosa obra a que había dado principio. Y aunque le seguían las maldiciones del pueblo, no obstante conservaba en su tranquila conciencia la satisfacción interior y el convencimiento íntimo del bien que había realizado.

Levantose, y murmurando no se sabe qué palabras, aunque es de suponer no serían de las más finas, tomó el pesado hierro y se puso a planchar con verdadera furia. Miquis se fue sin añadir una palabra, y D. José le siguió hasta la escalera con las manos cruzadas, el mirar compungido y suplicante.

Allí lo encontraron sus gentes a la hora del almuerzo, tan blanco como la cal de los muros, con la frente entre las manos y murmurando sin cesar: ¡Fritz, Fritz! ¡ésta es la expiación! ¡ésta es la expiación! El espectro, el antiguo, el temible espectro, al que creía desterrado para siempre, se ha echado de nuevo sobre él, y sus garras le aprietan la garganta hasta estrangularlo.

Pasó bien media hora, y ya empezaba á impacientarme cuando sentí pasos. Preparé la linterna. Pero la persona que se acercaba traía luz: entró precipitadamente en el dormitorio, y miró con avidez: era la duquesa de Gandía, que siguió adelante y entró en el oratorio. Poco después salió pálida, aterrada, murmurando: ¡Dios mío! ¿dónde está la reina?

La heroica joven, cuando aquélla abrió la puerta, estaba en pie en medio de la habitación, con los brazos caídos y la vista fija en el suelo. Ventura cerró la puerta cuidadosamente, y se dirigió a abrazarla, murmurando con voz trémula: ¡Oh hermana mía, gracias, gracias! Pero Cecilia la rechazó brutalmente con un gesto de orgulloso desprecio, exclamando: ¡Lo he hecho por él; no por !

No te creerá; y si te creyese, ¿qué adelantarías? En vez de impedir mi venganza, como es la suya también, me ayudará. Hubo un largo silencio. El conde meditaba con la frente apoyada en la mano. De pronto se alzó violentamente y se puso a dar agitados paseos murmurando: ¡No puede ser! ¡no puede ser! La valenciana le seguía con la vista. Al cabo, dijo dando un paso hacia la puerta: Adiós.

Y el conde de Olivares y el duque de Uceda se alejaron hacia los Consejos, mientras el joven pasaba el arco en dirección al alcázar, murmurando: ¡El conde de Olivares y el duque de Uceda! Paréceme de buen agüero este encuentro... Ello dirá... Lo que únicamente me inquieta es el haber dejado á Cascabel entregado á aquel bergante... Pero mi tío arreglará esto y lo otro. Vamos en busca de mi tío.

Tirso, entonces, permaneció un momento en pie; tomó una libreta, marcó sobre ella ligeramente con el cuchillo una cruz antes de partirla y, al dejar los pedazos sobre el mantel, extendió las manos, murmurando con los ojos medio cerrados: Benedice Domine nos, et hec tua dona quæ de tua largitate sumus sumpturi... Ninguno respondió a la oración.

Casi en seguida, el criado introdujo a Huberto Martholl. Diana se inclinó hacia su prima, murmurando, con aire de triunfo: ¿No te decía que vendría hoy? María Teresa, un poco turbada, la escuchó apenas. Seguía con la mirada a Martholl que, siempre elegante y correcto, se inclinaba profundamente ante la señora Aubry.

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