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Actualizado: 10 de octubre de 2025


El mar estaba murmurando ahí únicamente para reflejar las imágenes de oro que cruzaban por mi mente... Ningún hombre fue cazado por la especie con más precauciones, con más exquisito cuidado... Todos los lazos que nos tiende la Naturaleza para realizar su plan misterioso se pueden evitar; hasta la misma voluntad de vivir se puede vencer; yo la he vencido, pues que apetezco con ansia la muerte.

Pues idos enhoramala dijo el rey, y volvió á su lectura. Aún es pronto dijo Quevedo ; todo se reduce á que este imbécil se acuerde de que es rey y me encierre. Espérome. Pasó otro gran rato: el rey murmurando sus devociones, Quevedo inmóvil delante de él. Había bien pasado una hora desde que el rey recibió á Quevedo.

El rubor no la dejó en todo el camino. Marchaba en un estado de confusión y vergüenza que la impedía ver el suelo que pisaba. De vez en cuando sus labios se movían murmurando: ¡Qué brujas, Dios mío, qué brujas! Pero debajo de aquella vergüenza latía un pensamiento dulce más vergonzoso aún.

Presa de acerbo dolor sollozaba y me retorcía las manos murmurando: «Magdalena está perdida para y yo la amo...» Magdalena era cosa perdida para y yo la amaba. Una sacudida algo menos violenta quizás no me hubiese revelado más que a medias la extensión de aquella doble desventura, pero la presencia del señor De Nièvres hasta tal punto me impresionó, que de todo me di cuenta.

Le parecía, en aquel instante, por completo desconocido, como el de un nuevo alumno que asistiese por primera vez a su clase. Se le antojaba absurdo que aquella mujer fuera su esposa. Una idea nueva, súbita, turbó su cerebro trastornado. En voz baja, murmurando, dijo: ¿No sabes, Macha? ¡Soy un espía! ¿Cómo? Soy un espía. ¿Comprendes?

Creí que estaba usted en el bosque, de otro modo no me hubiera atrevido... Delaberge vio su palidez, sus labios crispados, su espanto. Seguía murmurando la pobre palabras ininteligibles y se apoyaba para no caer en el repecho de la chimenea, sin atreverse a levantar los ojos. Sintió Delaberge una profunda lástima...

La noche era espléndida y bastante templada; llevaba abierto el gabán y caminaba lentamente gozando con voluptuosidad de la temperatura, del cigarro y de la seguridad de ver pronto a mi familia. Al pasar por delante de la casa de la niña me detuve y la contemplé un instante casi con indiferencia. Y seguí adelante murmurando: "¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un tunante!"

Hoy, con sus cincuenta años y los cabellos grises, me parece más encantadora que nunca. Mi madre vive ya constantemente en nuestra casa de Izarte. Le gusta estar siempre en la cocina hablando con las muchachas y con mis hijas, echando leña al fuego y murmurando contra mi mujer.

Dió algunas vueltas en torno murmurando palabras de conjuro, y al cabo, deteniéndose y pasándose las manos por la cara, con aparato solemne tomó la baraja nuevamente, la barajó largo rato en silencio y la entregó á Velázquez para que la cortase con la mano izquierda. La puso otra vez encima de la mesa é, inclinándose hacia aquél, le dijo al oído: Da encima tres golpecitos y llámala.

Ella consigue apoderarse de mis manos y las besa, murmurando entre gemidos: No lo dejes salir. Quiere matarse... quiere matarse... ¿Y por qué quieres matarte, hijo mío? pregunto. Si tienes sobre ella derechos más antiguos que los míos ¿por qué no los has hecho valer? ¿Por qué has engañado a tu mejor amigo? El se aprieta la frente con los puños y no dice una palabra.

Palabra del Dia

reclinándose

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