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¡Pues qué sucedería si después, cuando la vieja barajó los naipes y, repartiéndolos en cuatro montones, empezó a interpretar su sentido fatídico, pudiese él oír distintamente todas las palabras que salían del antro espantable de su boca!

Dió algunas vueltas en torno murmurando palabras de conjuro, y al cabo, deteniéndose y pasándose las manos por la cara, con aparato solemne tomó la baraja nuevamente, la barajó largo rato en silencio y la entregó á Velázquez para que la cortase con la mano izquierda. La puso otra vez encima de la mesa é, inclinándose hacia aquél, le dijo al oído: Da encima tres golpecitos y llámala.

Cómo andaba la gauchada siempre alegre y bien montada y dispuesta pa el trabajo... pero hoy en día... ¡barajo! No se la ve de aporriada. 36 El gaucho más infeliz tenía tropilla de un pelo, no le faltaba un consuelo y andaba la gente lista... teniendo al campo la vista, sólo vía hacienda y cielo. 37 Cuando llegaban las yerras, ¡cosa que daba calor!

230 éL andaba siempre juyendo, siempre pobre y perseguido, no tiene cueva ni nido como si juera maldito; porque el ser gaucho- ¡barajo!, El ser gaucho es un delito. 231 Es como el patrio de posta; lo larga éste, aquél lo toma, nunca se acaba la broma; dende chico se parece al arbolito que crece desamparao en la loma.

Barajó después, hizo que Velázquez cortase y llamase de nuevo á su querida, y volvió á hacer montoncitos y á sacar del quinto otra carta, repitiendo la operación hasta siete veces. La emoción del guapo crecía. Aquel aparato mágico iba influyendo poco á poco en su imaginación y disponiéndole á creer en la cabalística revelación que se preparaba.

67 A naides le dieron armas, pues toditas las que había el coronel las tenía, sigún dijo esa ocasión, pa repartirlas el día en que hubiera una invasión. 68 Al principio nos dejaron de haraganes criando sebo, pero después... no me atrevo a decir lo que pasaba... ¡barajo!... Si nos trataban como se trata a malevos.

La primera era un as; la suya un rey. Barajó y cortó. Esta vez al dummy le tocó una sota y a él un cuatro. Animose para la tercera vuelta. Le tocó a su adversario un as y sacó otra vez un rey para . De tres, dos dijo Jacobo en alta voz. ¿Qué es eso, Melín? preguntó Moreno. Nada. Probó después Melín la suerte con los dados, pero siempre tiró a seises y su supuesto adversario a ases.

El sentimiento católico de Torquemada no había sido nunca muy vivo. Cierto que en tiempos de Doña Silvia iban los dos á misa, por rutina; pero nada más. Pues después de viudo, las pocas ideas del Catecismo que el Peor conservaba en su mente, como papeles ó apuntes inútiles, las barajó con todo aquel fárrago de la Humanidad-Dios, haciendo un lío de mil demonios.

163 Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo y no lo que es subir también el mucho sufrir suele cansarnos, ¡barajo! 164 En medio de mi inorancia conozco que nada valgo: soy la liebre o soy el galgo asigún los tiempos andan; pero también los que mandan debieran cuidarnos algo.