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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Las escapatorias y las mentiras inocentes causan en los corazones que ambicionan conservarse puros una mortificación igual a la que causan a un gran pintor los toques falsos que sólo su ojo sabe descubrir. Pero son tan livianos como un simple adorno una vez que los actos se han vuelto mentirosos.

El alma, si se me permite emplear un símil vulgar, parecía que se alargaba siguiendo el sonido, y se contraía después retrocediendo ante él, pero siempre pendiente de la melodía y asociando la música a la hermosa cantora. Tan singular era el efecto, que para el oírla cantar, sobre todo en presencia de otras personas, era casi una mortificación.

En el último siglo la pena de muerte ha sido gradualmente restringida, y reducidas las prisiones en número y en grado de mortificación a la mitad de lo que fueron en el precedente, y la tendencia está pronunciada en el sentido de transformarlas en reformatorios por el trabajo y la instrucción, mientras una educación más racional acabe por hacerlas innecesarias, pues "las malas pasiones no son, como dice Manuel Ugarte, carne del hombre, sino enfermedad adquirida del ambiente en la niñez".

De aquí que sus sentimientos al leer la carta fuesen de dolor y de mortificación de amor propio por el desamor de Juanita; de admiración y aplauso por la prudente conducta de la muchacha, y de mayor cariño hacia ella, así por la noble franqueza con que exponía las causas que justificaban su desdén, como por las amistosas dulzuras con que procuraba suavizarlo.

¿Sois la hija del cocinero mayor? dijo Dorotea. Soy su mujer contestó con cierta mortificación Luisa . ¿Para qué queréis á mi marido? Para hablarle. Acaba de salir. No importa dijo Dorotea entrándose en el cuarto . Le esperaré. Pero yo, señora, no os conozco. No le hace; vengo á preguntarle una cosa importante.

Ese caballero no merece, no merece, eso es, una mortificación tan grande por motivos tan pequeños: tan pequeños, , señor, si somos buenos amigos suyos, buenos amigos, ¡caray! ¿No le parece a usted, señor don Claudio?

Así es que si apunta el menor deseo de confesarse, no se le contraríen por ningún miramiento; y si no le apunta... procuren ustedes apuntársele. No le dispongo nada nuevo, porque todo sería inútil, incluso la mortificación de una cantárida.

Su frágil naturaleza empezaba a rebelarse contra tanta mortificación y a mostrarse dolorida a cada instante, unas veces en el corazón, otras en el estómago, otras en la cabeza, aunque todo lo sufría con una resignación digna de envidia, y sin que la hiciesen cejar en sus santos propósitos. Padecía frecuentes desmayos, que la tenían largo tiempo sin sentido, y fuertes convulsiones.

El anciano obispo hablaba con extraordinaria calma, haciendo largas pausas al final de los períodos, lo que prestaba a su discurso gran majestad. Su voz era dulce y clara y sonaba en la nave silenciosa del templo como una música suave. Entretúvose a trazar con terrible exactitud los pormenores de la vida religiosa, desplegando ante la vista de la joven todo el aparato de mortificación que arrastra consigo; los placeres del mundo, olvidados por entero; los sentidos, contrariados; los afectos terrenales, hasta los más puros, reprimidos. Y eso no un día, ni un mes, ni un año solamente, sino todos los días, todos los meses y todos los años hasta la hora de la muerte, buscando siempre con afán el dolor como otros buscan el placer. Mas después de pintar el cuadro sombrío de la mortificación, pasó a expresar con elocuencia los puros y vivos goces que dentro de ella se encuentran. ¡Abandonarse en los brazos de Dios como el niño en los de su madre, para que haga de nosotros lo que quiera! ¡Hallar a Dios en el fondo de las amarguras y dolores, unirse a

Mal, muy mal le supo al de Rufete la sujeción, porque sobre todos sus instintos malos y buenos dominaba el de la vagancia y el gusto de correr por calles y caminos, con cierto afán como de buscar aventuras. La mortificación de su amor propio al ver que le eran muy superiores niños de menos edad que él, aumentaba el horror que hacia el colegio y su maldito profesor sentía.

Palabra del Dia

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