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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Apenas le quedan unos momentos de vida... Sea usted valerosa... Dios lo tendrá en cuenta... Pero, de pronto, tuve una inspiración: Elena, usted misma puede realizar la obra de salvación. El tiempo apremia... ¡No me atrevo!... La infeliz temblaba, quebrantada por la emoción, y yo la conduje al lado del moribundo. ¡Padre! ¡Padre querido! Dime otra vez que quieres ser cristiano...
Sus terribles invasiones y conquistas son los sacudimientos convulsivos de un moribundo que se cree lleno de juventud y vida porque rompió unas miserables ligaduras.
A lo que tengo miedo es a la vida... Todos se casan con ella al nacer, y a todos les sale p... Unos lo dicen como yo... Otros lo callan por vergüenza, como hacen la mayor parte de los maridos. ¿Y si Dios le condenase después de esta vida a eternos tormentos por haber blasfemado tanto? El moribundo sonrió con trabajo.
¡Pedro! ¡Pedro! un solo esfuerzo. El moribundo hizo un esfuerzo desesperado para hablar y no pudo; levantó la cabeza, dejó oír un gemido gutural, y luego su cabeza cayó inerte sobre la almohada. Había muerto. Desde que don Francisco de Quevedo se resignó á esperar, pensando, al duque de Lerma, hasta que apareció el duque, pasaron muy bien dos horas.
A las dulces armonías de bien acordados instrumentos que resonaban dentro del harem y en los apartamientos de las esposas, han sucedido desgarradores ayes y lamentos; los eunucos y los esclavos mesan sus cabellos á las puertas de la augusta morada; los médicos hebreos mas afamados han agotado los recursos de la ciencia esterilmente, y entregan cabizbajos el ilustre moribundo á los últimos y piadosos obsequios de la sultana favorita, la hermosa Holal, madre de Hixem, la de los ojos negros.
Al oír esto, Don Quijote quedó completamente absorto en sí mismo, un rato largo, muy largo, sin atender a la creciente farándula con que los demás personajes mortificaban al solitario moribundo... Luego se irguió y dijo muy recio: Cierto.
Y se entrega en los brazos del amor para gozar en paz la dicha gue promete, y se arrima al hogar que da calor, mientras el huracán fuera arremete contra el loco que quiere, ensangrentado, batirse moribundo, y con la boca cubierta ya de espuma hacer un gesto de desprecio al mundo. A vosotros os hablo, ahora arribais al puerto de la paz.
El orgullo y la jactancia que le inspiraba ella, antes de su caída; la rabia que le causa la pérdida de su honra; las palabras todas que pronuncia antes y durante el duelo; y sus terribles reconvenciones a Margarita, cuando está ya moribundo, todo esto es real y bello a la vez. Goethe en tres o cuatro hojas, levanta una figura viva, que no se borra nunca de la mente de nadie.
El moribundo quiso levantar una mano y no pudo; miró a la niña con ternura inmensa, y haciendo un penoso esfuerzo, dijo: Yo te enseñaré... Bendita sea tu pureza... Dilo. Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas y su pechito comenzó a estremecerse como el de un pájaro asustado; su abuela le dijo al oído: Dilo, hija mía... Si lo sabes tú, dilo...
Era el contrincante de Guillermo Fenton un apuesto caballero, joven y vigoroso en apariencia, cuya lanza dió en el escudo del inglés tan recio golpe que lo partió en dos, á tiempo que la acerada lanza de Fenton le atravesaba la garganta, derribándolo moribundo.
Palabra del Dia
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