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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Al hacerse de día, en mitad de la marcha, vio a su hijo, con cara de moribundo, manchado de sangre, con todo el aspecto de un asesino que huye. Le dolía contemplar a su Fermín en tal estado, pero el caso no era para desesperarse. Al fin, era un hombre, y los hombres matan muchas veces sin dejar de ser honrados.
Pepe, el casero de los Marqueses, con la boca abierta, en pie, pasmado y triste, esperaba órdenes en la habitación contigua a la del moribundo. Vio salir a Frígilis que enseñaba los puños al cielo, creyéndose solo. ¿Qué hay, señor? ¿Cómo está ese bendito del Señor?...
Francisco Martínez Montiño, esto es, el cocinero de su majestad, nuestro protagonista, en una palabra, había vuelto de Navalcarnero al anochecer del día siguiente á la noche en que había ido á recibir un secreto de la boca de su hermano moribundo. Montiño se había traído consigo un cofre fuertemente cerrado y sellado, sobre cuya cerradura había un papel.
Ferragut, al oír las últimas palabras, sacudió su inmovilidad. Una voz maliciosa cantó en su cerebro: «¡Ya van tres!...» Le vi moribundo continuó ella en una cama de hotel. Tenía una mancha roja como una estrella en el vendaje de su frente: el agujero del pistoletazo.
Por extraño que parezca, yo no podía creer que se ocuparían de esa pobre mujer, o de su hijo deforme y moribundo. Las vísperas terminaron. Las figuras obscuras que habían estado en oración, se levantaron, atravesaron el piso de mármol hasta la puerta y desaparecieron, mientras las luces eran rápidamente apagadas. La mujer, con su hijo agonizante, quedó perdida en medio de las tinieblas.
Lo habían conducido moribundo á su vivienda, pero á la hora en que aparecieron dichas ediciones los médicos mostraban esperanzas de salvarle la vida. Cada uno comentó la noticia según la repulsión ó la simpatía que le inspiraba el poeta. Los hubo que hablaron de un exceso de inspiración que, haciéndole olvidar la realidad, le había impulsado á arrojarse al agua.
Esta comitiva se componía del cura y de algunos católicos piadosos, hermanos de la cofradía del Santísimo Sacramento, que presididos por Manuel, iban a llevar a un cristiano moribundo, con los últimos Sacramentos, los últimos consuelos del cristiano.
Al cabo de veinticuatro horas manifestó que su estado era grave, aunque no desesperado. Julita había padecido varios ataques nerviosos en el trascurso de aquel día: la vista de su hermano moribundo le había causado profunda y terrible impresión: no hubo fuerza humana capaz de hacerle tragar alimento ni medicina alguna.
Tú también has sentido de la lanza el golpe en el costado y has muerto, como yo, cantando amores y a todos perdonando. Toda tu vida ha sido un ansia eterna moribundo y en cruz puestas las manos esperando el amor de los amores para abarcarlo con tus brazos cárdenos. Ya la pálida novia que aguardabas, en busca de tus besos ha llegado.
Nos sitiaron, y al cabo de ocho días de una vigorosa defensa, tuve la suerte de caer moribundo entre las manos de un oficial francés que favoreció mi fuga, y me dirigí a Bayona y de allí a París. ¿A París, comandante? ¿Usted ha estado en París?
Palabra del Dia
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