Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 10 de mayo de 2025


Una tarde, aburrido de sus magníficos jardines, siempre iguales, del silencio de su casa desierta, de las distracciones crecientes del coronel, que constantemente tenía algo que hacer en Monte-Carlo ó en el pabellón del jardinero, se lanzó á pie hasta la ciudad y tuvo un encuentro. Sus pasos le llevaron maquinalmente hacia los bulevares altos, cerca de la calle donde estaba Villa-Rosa.

Lo que disgustaba á don Marcos era no poder hablar de esto ni de los peligros de la ofensiva cuando estaba en Villa-Sirena. Los amigos del príncipe vivían como huéspedes de hotel. Su número sólo era completo en las primeras horas de la mañana. Rara vez se sentaban todos á la mesa. Una fuerza exterior parecía buscarles dentro de la «villa», empujándolos hacia Monte-Carlo.

El Casino extendía su influencia á todas partes, hasta al Museo Oceanográfico. Muchas veces, mientras estudiaba el plancton, le acometía una nueva idea para desentrañar los misteriosos saltos de las series del «treinta y cuarenta». Trabajaba por las mañanas con el pensamiento fijo en Monte-Carlo; y apenas llegada la tarde, sentía un deseo irresistible de ir allá.

¡Imposible! se apresuró á decir el profesor . Tengo que ver á una persona en Monte-Carlo así que acabe mi almuerzo. Me esperan. Lubimoff no insistió, adivinando que la tal persona era Valeria. Un carruaje único estaba guarecido en la sombra menguada de los árboles.

Su teatro estrena óperas que después se hacen célebres en el mundo. Los hoteles, innumerables, son palacios. Monte-Carlo está erizado de cúpulas y torrecillas lo mismo que una ciudad oriental.

Había llegado hasta allí preocupado por la obscuridad del mensaje. ¿Qué San Carlos era éste? ¿Un hotel?... ¿un paseo?... Como habitante de Mónaco, sólo conocía el Casino en Monte-Carlo. Lo único indudable para él era que el mensaje de Valeria procedía de la duquesa.

A causa de la guerra, habían tenido que ensancharlo con varias mesetas formando escalinata, y desde estas explanadas se abarcaba un paisaje magnífico: Monte-Carlo y Mónaco á vista de pájaro, Cap-Martin avanzando sobre las olas, y el infinito del mar subiendo y subiendo, hasta confundirse con el cielo.

Sobre sus cabezas tenían el ángulo final del baluarte y una garita de piedra; enfrente el puerto, con su boca flanqueada de dos torrecillas luminosas, y en la ribera opuesta la altura de Monte-Carlo, sus edificios enormes, sus cúpulas charoladas, que reflejaban el último fuego rosa del crepúsculo. Los dos se detuvieron instintivamente.

La duquesa ya no vive en Monte-Carlo; he arreglado todo lo referente á su viaje. Soy la única que conoce su paradero, y no lo revelaré á nadie. No la busque, deje que marche en paz hacia la verdad; imagínese que ha muerto... como han muerto otros, como mueren y seguirán muriendo en nuestra época tantos miles de seres á cada nuevo sol... Perdone y olvide. ¡Pobre mujer!... ¡es tan desgraciada!

Había comprado en territorio francés, á la vista de Monte-Carlo, un pequeño cabo, un espolón de tierra y rocas que avanzaba sobre las olas con el lomo cubierto de olivos seculares y pinos retorcidos. La entretenía luchar con la testarudez de un matrimonio de viejos rústicos que se negaban á venderle la punta extrema del promontorio.

Palabra del Dia

pedregosos

Otros Mirando