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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Al quedarse solo éste, siguió paseando todavía unos momentos; luego se paró delante del cordón de la campanilla y tiró con fuerza. No tardó en presentarse Ramiro. Esa mujer está ahí... ¿Quieres que la eche? preguntó el viejo, sin aguardar las órdenes de su amo. No. Condúcela a la sala, enciende todas las lámparas y avisa a Dolores que suba. El criado permaneció inmóvil, mirándole con sorpresa.
Despechado Memnon se va á palacio con un parche en el ojo y un memorial en la mano, pidiendo justicia al rey del fallido; y encuentra en una sala á muchas damas, todas como peonzas al reves, con elegantes tontillos de veinte piés de circunferencia, y batas de treinta de cola. Una que le conocia algo, dixo mirándole al soslayo: ¡Jesus, qué horror!
Yo lo creía así, Consejero de picardías respondió con retintín, mirándole a la cara fijamente, y poniendo sobre la mesa al mismo tiempo un rey de copas. Pues creía usted muy mal replicó el anciano, siempre con los ojos sobre las cartas. También creía usted que ese rey de copas iba a pasar triunfante, y... vea usted, ¡lo fallo!
Bien, ¿y tú? respondió García mirándole cada vez con mayor sorpresa. ¿Yo...? ¡Divinamente! Y se sentó frente a él y le clavó una larga mirada insistente y dura. Desde que hago una vida más higiénica añadió me encuentro perfectamente. Ya no paso las tardes en el café, como antes; ahora me dedico a dar paseos entre los árboles, buscando atmósfera más pura.
Creo lo mismo... pero a mí me gustaría tener la seguridad de que... Es un ejemplo, un por si acaso nada más. No creas que me parece mal tu plan de vida vegetativa. Yo lo adoptaría, sí señor; pero a su tiempo. Primo le dijo el otro mirándole con socarronería ; si quieres hijos, haberlo pensado antes. No, tonto, si no es que yo los quiera; ni maldita la falta que me hacen a mí chiquillos.
Socorred, señores, á un pobre peregrino, exclamó el viejo, que perdió la vista de sus ojos después de contemplar con ellos los Santos Lugares y que no prueba bocado desde hace dos días. Pues nadie lo diría al ver lo repleto y lucio que estáis, buen hombre, dijo Simón mirándole atentamente. Con esas ligeras palabras no hacéis más que aumentar mi pena, dijo el ciego.
Para mayor alivio de su pesadumbre, al abocar al puerto se halló de pronto con la carita de Nieves asomada al cuarterón de la puerta de la cámara, mirándole muy risueña, con una rosetita arrebolada en cada mejilla y cierta veladura de fatiga en los ojos... El alma toda se le esponjó en el cuerpo al aprensivo mozo.
Le inspiraba nueva simpatía, por haber conocido a Feli; creía encontrar en él un vago recuerdo de la muerta. El doctor le saludó alegremente, mirándole con ojos de miope mientras limpiaba los cristales de sus lentes.
¿Usted por aquí? le preguntó afectando una serenidad que estaba muy lejos de sentir. ¿Quién había de presumir que fuese usted la señora que el criado me acaba de anunciar? ¿De veras no lo ha presumido usted? preguntó ella mirándole fijamente. No, no, señora. Y se puso colorado al decirlo. La dama sonrió con benevolencia. Bien, enséñeme usted esas rosas de malmaison de que me ha hablado.
¿Qué dice usted? preguntó el juez, acercándose a Vérod y mirándole fijamente en los ojos. Digo que esta señora no se ha matado. Digo que ha sido asesinada. Su voz resonaba de manera extraña, parecía que hablara en un lugar vacío, tan glacial era el silencio que reinaba en torno suyo, tan suspensos y sorprendidos se encontraban los ánimos de todos los presentes.
Palabra del Dia
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