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» ¿Cuándo la has recibido y de quién es? » No tiene firma ni fecha, y la he recibido poco antes de entrar aquí. Me la trajeron de su parte; de parte de él... » Justo, para que, como cosa suya, cayera en tus manos y no en las mías. ¿Y crees que sea obra de Ángel? » Ángel podía llegar a olvidarme, pero no a herirme de este modo.

D. TELL. ¿Es piedad Quitarme la vida a ? Llaman. FELIC. Calla, que estás enojado. Elvira no te ha tratado, Tiene vergüenza de ti. Déjala estar unos días Contigo en conversación, Y conmigo, que es razón. ELVIRA. Puedan las lágrimas mías Moveros, noble señora, A interceder por mi honor. Llaman.

-Yo quién soy -respondió don Quijote-; y que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por hicieron, se aventajarán las mías.

En cuanto a mi amiga, harto la he exhortado, condenando su insistente celibato, y se me figura que al fin mis prédicas no serán inútiles. No lo niegue usted. Su voluntad está vacilante, y en aquello de si caigo o no caigo; de modo que si una persona tan respetable como el Sr. D. Pedro uniera sus amonestaciones a las mías... D. Pedro estaba verde, amarillo, jaspeado.

Los buenos los ha vendido usted... ¿Y el alfiler, la cadena, el medallón...? Esas prendas son mías y puedo disponer de ellas a mi gusto dijo Isidora prontamente, dueña ya de misma. Las ha empeñado usted. Las he pignorado replicó ella con aplomo y burla , como dicen ustedes los hombres de negocios. por el tapicero que no ha pagado usted las sillas. Y sin embargo... Usted me dio el dinero.

Pero tengo la intención de perseverar en la solución del misterio de la fortuna de su padre declaré, siempre, con su mano entre las mías, dándole mi adiós triste y amargo. El me dejó su secreto, y yo he decidido partir mañana para Italia, a buscar el punto indicado y conocer la verdad.

Han sido cuentas mías. Algo más que asuntos vuestros han sido. Os pregunto á nombre de su majestad la reina. ¿Conoce vuestro tío el secreto? ¿Qué secreto? El de vuestras estocadas con don Rodrigo. Mi tío está fuera de Madrid. Guardó otra vez silencio el padre Aliaga. ¿Cuándo habéis llegado á Madrid? He venido á asuntos propios. ¿Guardaréis con todos la misma reserva que conmigo? ¡Padre!

continuó la sastra y un joven militar se metió una tarde por esa puerta de que hablo; se metió aquí... Yo me malicié, cuando le vi, que habla aquí alguna jovencita. Pero señora dijo Paz, poniéndose en pie ¿está usted segura de lo que dice? ¡Un hombre ha entrado aquí ... aquí, en esta casa! , señora: yo lo he observado. Se coló por el cuarto de unas vecinas ... amigas mías. Yo lo he visto.

El relato que hizo Neluco al amor de la lumbre y vestido ya con ropas mías, fue lacónico, expresivo y pintoresco en sumo grado; y bien puede asegurarse que aun sin estas excepcionales condiciones, no le hubiera faltado la hondísima atención con que le oímos mi tío, sus dos criadas y yo.

Cada uno, por el aquel de no sufrir, se emborracha con lo que puede: esta con el aguardentazo, otros con otra cosa. Yo también las cojo; pero no así: las mías son de cosa de más adentro... Ya te contaré, ya te contaré».