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No, señora dijo la omnipotente charlatana, sobre todo cuando se tiene hija o nieta casaderas. Y viendo a lo lejos a una de sus amigas, saludó con prisa a la abuela para correr a la recién llegada y emprender con ella el chisme del día. Abuela, me pones en evidencia dije furiosa por las murmuraciones de que era objeto. No te importe, hija mía dijo la abuela siempre filósofa.

¿Y quién os ha dicho, exclamó ella, que yo os amo, ni en amaros piense, ni para vos me haya criado, ni al cabo la dureza mía para el amor, por vos se haya deshecho?

No, señora, no ha habido nada de baile ni de canto: fue broma mía exclamó muy sofocado el pobre preceptor, cuyo espíritu se afligía con los crueles alardes de justicia de su señora. ¿Y para qué has bajado estas ropas? preguntó la condesa a Inés. Para que ellas las vieran. Las subiré, señora, y no las volveré a bajar más repuso Inés con humildad.

Calma, Simón, que esta es una treta mía y yo lo que me hago. ¡Bien por Tristán! ¡Rompe el arco si es preciso, camarada! vocearon los arqueros. ¿Quién es aquel imbécil que está allí plantado, camino de mi flecha? preguntó Tristán alzando la cabeza y mirando hacia la última pica.

Eso está bien hablado exclamó la abuela; Inocencio IV me consuela de San Pablo... ¿Qué tienes que responder a esto, hija mía? Lo que probablemente respondería Isabel de Francia...

Alzados ambos sobre los estribos y blandiendo las lanzas, era evidente que dirigían un reto á los caballeros ingleses. ¡Un cartel, por vida mía! gritó el barón, brillándole el único ojo que tenía descubierto. No se dirá que el barón de Morel ha rehusado tan cortés propuesta. ¿Y vos, Fenton?

Hija mía, párese usted y piense bien lo que hace dijo el amigo, acercándose cariñosamente a ella . Eso de devolver dinero es un romanticismo impropio de estos tiempos. Sólo se devuelve el dinero que se ha robado, y usted tenía derecho a que él le diera, no sólo eso, sino muchísimo más.

El uno insinúa: «Podría ser»; el otro añade: «Se dice»; un tercero agrega: «Ocurrió asi», y el último asegura: «Lo he visto....» De este modo se va formando la historia, que es el folletín de las personas serias. Según la gente de mi pueblo, la indolencia mía ha sido de esas extraordinarias: borrascas, tempestades, rayos, truenos, nada ha logrado sacarme de mi pasividad habitual.

Virgen María Madre de Dios y mía, aplacad la indignación de vuestro Santísimo Hijo y alcanzad á mi alma el perdón de mis pecados y á mi cuerpo la vista perdida. ¡Oh, Dios y Padre mío! movéos á misericordia y pues podéis tan fácilmente, concededme la gracia que os pido, que yo prometo de jamás ofenderos en adelante, y de observar perfectamente, con la diligencia que me fuere posible, vuestra ley santa

Su mirada huía de la mía al decirme estas palabras; su voz temblaba; su paso era precipitado... ¡Oh, , me ama, me ama!... Siento no obstante una turbación... Me encuentro tan agitado... Todas las noches sueño cosas espantosas... Agosto 15. Me causa vergüenza escribir lo que acaba de sucederme; pero ¿no ha de ser este libro solamente para ?