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Actualizado: 19 de mayo de 2025


En cuanto al hombre alto aparentó replegar su mirada sobre para poderse sostener en aquel aprieto; pero la risa de Magdalena, que era contagiosa, rompió el silencio. ¡Ea! dijo vivamente, deben ustedes tener apetito, ¿no es verdad? ¿Quieren ayudarme a preparar la merienda? No faltó quien de muy buena gana se brindase.

A pesar de su turbación, Montiño notó que Dorotea estaba llorosa, muy pálida, y visiblemente enferma. Sobre una mesa había mucho dinero en oro. Tomad de aquí lo que necesitéis para una buena merienda para dos personas dijo Dorotea. Montiño, que iba resignado, contestó: ¿Cómo queréis que sea esa merienda, señora? Como pudiera serlo para el rey. ¿Con vinos y licores?

Don Evaristo llegó en coche a eso de las cuatro muy animado, y le mandó que le hiciera un chocolatito para las cinco. Esmerose ella en esto, y cuando el buen señor tomaba con gana su merienda, le dijo entre otras cosas que, si seguía mejor, al día siguiente hablaría con Juan Pablo, planteándole la cuestión resueltamente. «Y también te digo una cosa.

También usted nos ha consolado á nosotros. Dios se lo tiene que premiar. Viviremos, , . Mire, mire: el día en que yo pueda salir, nos vamos todos al campo, el niño también, de merienda. Isidora nos hará la comida, y pasaremos un día muy agrabable, celebrando nuestro restablecimiento.

El cómico indio, cuando viaja por su cuenta, es muy sobrio en comidas, bebidas y bagajes, pero cuando viaja á cuenta de un pintacasi pide billete de cámara, caballo que tenga imbay, merienda, paraguas por si llueve, y sombrilla por si hace sol. Come como un sabañón, y bebe como una cuba.

La señora había dado orden para que la merienda estuviera lista, y Visanteta se afanaba, yendo de un lado a otro y enviando sus amigas al jardín para que la dejasen en libertad. Cuando Juanito subió al piso alto, el baile estaba en su apogeo. Rafael y Roberto sacaban a bailar, una tras otra, a todas las señoritas, y el señor Cuadros, ¡oh asombro! entró de refuerzo.

Sentado á un lado de la cocina, limpiándose el sudor que corría en abundancia por su frente, y mirando con cierta vanidad inevitable á pesar de la situación, su magnífica merienda, perfectamente arreglada, estaba el cocinero mayor.

El día de San Eugenio propuso doña Casta ir de merienda al Pardo; pero las de Rubín no querían ni oír hablar de nada que a diversión se pareciese. Bueno tenían ellas el espíritu para meriendas. Fueron las Samaniegas con doña Desdémona, Quevedo y otros amigos. Por la noche, doña Casta se empeñaba en que todas habían de comer bellota, de la provisión que trajo. Estaban de tertulia en casa de Rubín.

En vez de pedir merienda la cogía del aparador: espíritu de conquista, decía el general. Agradábale sobre manera ir limpio, bien vestido y majo: gustos aristocráticos, pensaba el buen señor. Una vez en la calle, viendo reñir a dos muchachos, y caer debajo al más débil, se arrojó a su defensa: clara muestra de comprender la misión de su nobleza.

Después del paseo, sobre la fresca yerba y en el más lindo sitio junto al arroyo, nos sirvieron los criados de mi padre una rústica y abundante merienda. La conversación fue muy animada, y Pepita mostró mucho ingenio y discreción.

Palabra del Dia

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