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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Tú puedes conducir muy bien una chalupa hasta más allá del Timor. Pero aún no me han matado esos tunos, ni creo que lo consigan. Deja que vaya yo, tío dijo Cornelio . Corro como un ciervo, y si los piratas me siguen les haré que revienten antes de alcanzarme. No, sobrino mío; no quiero... ¡Ah!
La escena tomó aún peor carácter con la aparición de doña Casta, que hubo de llegar a la tienda en aquel instante, y enterada de la zaragata, subió renqueando, y entró en el teatro del dramático suceso, dando gritos. «¡Hija de mi alma!... ¡Pero qué!... ¡la han matado!... ¡Sangre!... ¡Ay, Dios mío! ¡Aurora... Aurora...! ¿Pero quién ha sido?... ¡Ah!, esa mujer...».
Bien sabe usted cuánto tiempo, cuánto trabajo, cuánta voluntad y cuánta influencia han sido menester para lograr las escasas rehabilitaciones que ha consentido la magistratura, arrancadas casi todas por la política. No venda usted, pues, la piel del oso, puesto que aún no le hemos matado.
¡Hum! dijo el cocinero mayor . Pero eso no quita el que yo tenga encima un proceso. ¿Y sois vos en efecto quien ha matado al sargento mayor? dijo Luisa, cuya voz estaba perfectamente serena. Os diré... no lo puedo asegurar... no sé de fijo si le he matado ó no. ¿Que no lo sabéis? pues entonces ¿quién lo sabe? ¡Dios! Pero explicáos.
Pues bien, yo te juro que eso no es cierto. Plutón no me ha llevado engañada: me caí yo y él me sostuvo, pero en vez de sacarme bajó conmigo por la chimenea. Dentro de la mina quiso aprovecharse, pero le salió caro, porque le di con la hoz en la cabeza y le tumbé en el suelo... Creí que le había matado; escapé por la mina y me perdí...
Con razón el día anterior le había dicho, burlándose, Elena: «¡Mucho ojo, Robledo! La condesa está locamente enamorada de usted, y la creo capaz de raptarle.» Expresaba la poetisa su entusiasmo con una avalancha de palabras al hacer la presentación del ingeniero. Un héroe; un superhombre del desierto, que allá en las pampas de la Argentina ha matado leones, tigres y elefantes.
A su amigo lo habían matado meses antes en un despacho de bebidas cerca de la Cordillera, cuando se dirigía desde Cobija á tomar el camino de la Puna. La cuchillada mortal había sido por cuestiones de juego. El gaucho, que no quería dudar de que la difunta hubiese recibido su préstamo con todos los intereses, quedó aterrado al recibir esta noticia.
Hería mi vanidad en lo más vivo, lastimaba mi amor propio, y provocaba mi cólera. Sólo el cariño me hacía callar, que si no, habría recibido de su «amito» muy dura reprensión. ¡Pobrecillo! Le hubiera yo matado. Bueno; me dijo ese día, al acabar la cena, acompáñame. Toma tu sombrero y vente conmigo. Tengo que decirte muchas cosas.
Pero si les quedase alguna esperanza de triunfar, volverían al castillo y cogerían a sus enemigos en las dos piezas subterráneas, como en una trampa. Este es el plan de Su Alteza, pero sólo se propone emplearlo en último extremo, porque su intento es no matar al Rey hasta haberlo matado a usted, o hasta tener la seguridad de que podrá despacharlo poco después de muerto el Rey.
¡Qué mala es esta pájara! decía doña Desdémona , no sabe usted lo mala que es. Ha matado ya tres maridos... y de los hijos no hace caso. Si no fuera por el macho, que es, ahí donde usted lo ve, toda una persona decente, los pobrecitos se morirían de hambre.
Palabra del Dia
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