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Actualizado: 15 de junio de 2025
Llegaron al turbado Cervantes las voces de ¡téngase al rey! ¡dense a la justicia! y pavor entrole, no de ser muerto, sino de ser allí encontrado y preso, y, cargado de cadenas, como criminal y mal hombre tratado; y así fue, que recobrando en un punto todo su valor sereno, a la ventana que en el aposento había fuese, abriola y arrojose a la calle, no huyendo de la muerte y del peligro, sino de la deshonra; que bien hubiera podido creer la justicia, si junto a aquellos dos cuerpos muertos le hubiera encontrado, que él los había matado, por celos al uno en riña, y asesinada la otra.
¡Lástima que la última revuelta militar haya matado este libro antes de nacer! Ustedes saben que yo he cultivado la paradoja, como único pan que me nutre. Pues bien; esta obra iba á ser la mejor de todas las mías. Comparaba en ella á Wáshington con nuestro presidente, é inútil es decir quién de ellos quedaba sobre el otro.
La maldita fragata inglesa nos daba caza, y como era más velera que la nuestra, no pudimos zafarnos y tuvimos también que arriar el trapo a las tres de la tarde, cuando ya nos habían matado mucha gente, y yo estaba medio muerto sobre el sollao porque a una bala le dio la gana de quitarme la pierna.
No había pensado en la salvación de su alma, no había creído en su vida futura: se había matado porque todo acaba en la muerte. «Entonces, ¿nada existe, nada?...» La pregunta de la muerta quedaba sin respuesta, desoída.
Lo repito: no desconozco este servicio, pero crea usted que las guerras civiles entre la libertad y el absolutismo político no se repetirán, como no podrían reproducirse con éxito las guerrillas de la Independencia. Los medios de comunicación y los progresos militares han matado la guerra de montaña.
Sus sables, sus uniformes y hasta una silla rusa de montar figuraban en este salón convertido en museo del difunto. ¡Ha muerto como lo que fué! gemía la viuda . Le han matado sus heridas. En este período se inició la última evolución de la grandeza de don Marcos Toledo. El sabio ruso había quedado en segundo lugar.
Descansaron seis veces. Al fin, harto ya de tanto bregar, le había tirado con decisión una estocada al pecho amagándole antes un tajo a la cabeza. No tuvo tiempo más que a poner delante el brazo izquierdo, que quedó atravesado. Creí que le había matado, porque cayó redondo al suelo. Así, así.
¡Ené! ¡Han matado al Maestrico! ¡Vamos á verlo! Y seguían corriendo hacia el gentío, en el cual se destacaban los negros uniformes y las boinas con chapa de una pareja de miñones. Algunos muchachuelos, pinches de las minas, llegaban atraídos por el suceso, llevando en cada mano un cartucho de dinamita para los barrenos.
La cola dió todavía algunos brincos sobre la arena. ¡Pobrecillo! exclamó la condesa. ¡Para qué lo has matado! Señorita, dicen que estos animaluchos hablan con las brujas y les cuentan todo lo que oyen. Parece increíble, ¿verdad?... Pues á mí de chico me sucedió que una vez hablé mal del maestro con otro compañero, y prometí vengarme de él cuando fuese mayor. Un lagarto nos estaba escuchando.
Zakunine no lo había explicado, ni él había pensado en preguntárselo. ¿Había fallecido de muerte natural, o violentamente? ¿Se había matado, o como Alejo Petrovich, y antes que él, había vuelto a Rusia con el objeto de hacerse condenar allí? ¿Había aludido a ella el Príncipe al decir que quería seguir un ejemplo que para él era una advertencia?
Palabra del Dia
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