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Actualizado: 15 de junio de 2025
Quitose el matador la montera, se pasó la mano por la frente con abatimiento, se la puso de nuevo y marchó hacia el toro. Los gritos se apagaron instantáneamente; reinó un silencio lúgubre en la plaza. ¡Ha matado a su hermano! ¡ha matado a su hermano! se decían los espectadores al oído.
«Recibimos vuestra carta y cuanto fué posible nos dolió é dió pena vuestro trabajo é desasosiego; y en cuanto toca al parescer que nos pedís, comunicado con los mas sabios rabís y hombres de buen ingenio desta sinagoga, nos paresce que el mejor y postrer remedio con que todo lo acabais es el baptizar los cuerpos, quedando los ánimos firmes, en lo que se debe á nuestra ley, y con esto os podreis vengar de todos los agravios que os han hecho; porque si os han profanado vuestras sinagogas, haced vuestros hijos clérigos y profanareis sus iglesias; si os han matado vuestros padres, haced vuestros hijos médicos y matareis los padres suyos; si os han tomado vuestras haciendas tratantes sois, tratadlos de manera que presto sean vuestras las suyas; y haciendo esto vengareis lo hecho y por hacer.
Un momento nos bastó para cubrir las cabezas de los caballos con nuestras capas y después apuntamos al Duque y su compañero con nuestros revólvers. De habernos descubierto los hubiéramos matado allí mismo, o hécholos prisioneros. ¡A Zenda, pues! exclamó por fin Miguel y clavando las espuelas a su caballo lo lanzó al galope.
Hasta se comprende que los hubiese matado en aquel momento, porque la pasión ciega el espíritu... ¡pero delatarlos!... ¡Dios mío, qué indignidad!... Cualquiera diría que mi amor no era más que un deseo vanidoso de ser preferido... Y, sin embargo, no es cierto; yo la adoraba... La adoro todavía en lo profundo de mi pecho.
El ostiak, después de haberle dado el último golpe y haberlo tendido, cubierto de sangre en la nieve, se arrodilla ante el cadáver para implorar su perdón y le dice: «Te he matado, pero teníamos hambre mi familia y yo, y eres tan bueno, Dios mío, que habrás de perdonar mi crimen.» Sin embargo, no nos hace á nosotros el efecto de un dios, pero parece honrado, cándido y benévolo. ¡Qué bien practica las virtudes familiares! ¡Qué bueno es para sus cachorros, y qué alegres, saltarines y caprichosos son éstos!
El hombre virtuoso es el más sabio, porque conoce el camino para llegar a Dios y lo sigue. Estas verdades se impusieron pronto a su espíritu y le previnieron contra su curiosidad científica y le impulsaron a sofocarla. Alentado por los consejos y por el ejemplo de su maestro, había matado la sed de conocimientos con el refresco de la oración y la penitencia.
Algo tenía la infeliz joven en su cabeza que se lo confirmaba, inundándola de luz. Recordó frases y actos, ató cabos, y... nada, que era verdad, como hay Dios. El infeliz chico estaría todo lo enfermo que se quisiera suponer; pero lo que decía, verdad era. «¿Lo dudas todavía?» volvió a preguntar él. No sé qué pensar... Maxi, Maxi, si me hubieras dado un tiro, me habrías matado menos.
Levantose en esto D. José y señalando con dramático acento el cuerpo que parecía cadáver, dijo: «¡La suerte me ha sido favorable, caballeros, señal de mi derecho! ¡Le he matado!... He salvado el honor de una eminente doncella, de aquella hermosa entre las hermosas, de aquella oriental perla, de aquel serafín...».
El triunfo que obtuvo María al estrenarse en aquella nueva liza, sobrepujó al que había logrado en Sevilla. No parecía sino que se habían renovado los días de Orfeo y de Anfión y las maravillas de la lira de los tiempos mitológicos. Stein estaba confuso. El duque, embriagado. Pepe Vera dijo un día a la cantaora: «¡Caramba, María, te palmotean que ni que hubieses matado un toro de siete años!»
Fermín, hijo mío... has hecho bien. No había otro remedio que la venganza. Tú eres el mejor de la familia. Mejor que yo, que no he sabido guardar a una moza. La entrada en Matanzuela fue trágica: Rafael quedó absorto de sorpresa. Habían matado a su señorito, ¡y era él, Fermín, quien lo había hecho! Montenegro se impacientaba. Quería que lo condujese a Gibraltar, sin ser visto de nadie.
Palabra del Dia
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