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Actualizado: 6 de junio de 2025


Encima de las cajas a medio abrir; sobre la meseta de mármol de la chimenea, construida frente a la puerta; en el zócalo de la artística embocadura con que se había sustituido el tabique divisorio de la alcoba, y arrimadas a los ángulos de la habitación, había piezas desarrolladas de rico papel imitando tapicería, y relucían adornos de metal y baquetones dorados... ¡María Santísima, las exclamaciones que hizo Mari Pepa al verlo, pensando que aquello valía una riqueza, sin contar lo mucho que le gustaba!

Zaldumbide mismo le miró a Tom con simpatía. Tommy era un clown, un verdadero diablo. Se habia ganado la independencia, y fuera de tocar la campana para renovar las guardias, lo que hacía de la manera más escandalosa e impertinente que puede suponerse, no trabajaba nada. En cambio, educaba a nuestro perro y a la mona Mari Zancos, a la alta escuela.

En hora buena. A las doce estaré en las casas derribadas de San Martín dijo don Bernardino, y salió. ¿Y dónde nos veremos nosotros, señor alférez? dijo Juan Montiño á Ginés Saltillo. ¿Sabéis á las gradas de San Felipe? -. Pues á las once y media, en las gradas de San Felipe. Montiño saludó y se volvió al bastidor. Todavía estaba allí la señora Mari Díaz.

Dejáronle al fin en el sosiego que necesitaba; instalámonos en el salón contiguo; llegó la mujer gris con el brasero encogollado de ascuas resplandecientes; púsole en la caja que estaba allí, y nos sentamos alrededor de ella, sin perder de vista al enfermo, Mari Pepa, su hija y yo.

Pero ¿se prestarían a venir Mari Pepa y su hija, no obstante sus buenos y caritativos deseos? ¿No les arredrarían los obstáculos de la nieve y del frío, de aquel frío como no le había sentido yo ni en Rusia quizás, por no haber en Tablanca otro recurso que el de la cocina y un mal brasero para combatirle? ¡Mal conocía yo los alientos de las señoras tablanquesas!

Varios nos confirmaron que, efectivamente, habían oído hablar hacía unos quince años de un Juan de Aguirre, propietario en Ilo-Ilo y antiguo marino; en cambio, el capitán de la corbeta Mari Galante, Francisco Iriberri, a quien encontramos en una de esas calmas del Océano Índico, al sur de Madagascar, me dió otros datos.

Como ya eran muy cerca de las diez y no duraría el funeral menos de dos horas, y los forasteros habían de volver a sus hogares después de comer en el mío, y las tardes eran muy cortas, nos pusimos en marcha inmediatamente, acompañándonos Neluco y también su hermana y Mari Pepa, muy enlutadas. Al viejo Marmitón no le permitimos salir de casa.

Pero eso no tiene nada de escandaloso; donde las dan las toman; don Rodrigo la echa de guapo, y si se ha encontrado con la horma de su zapato... conque vamos al negocio y veamos en qué consisten el milagro, el escándalo y la enormidad. El milagro consiste en que la Dorotea se ha enamorado de un pobre dijo la Mari Díaz. ¡Ah! eso ya es distinto; comprendo que estéis asombrados: vamos al escándalo.

Ya puede ver si me perdona, siquiera por no ser mía toda la culpa. Con esta evasiva de la muy taimada y con entrar Mari Pepa, se acabó la conversación. Pero no tenía duda para que era Neluco el móvil, el tipo y el regulador de todas las ambiciones de la nieta de don Pedro Nolasco. Entre tanto no se descuidaban un momento los preparativos para el funeral.

Amar por razón de estado abunda también en iguales bellezas, y sobresale por lo perfecto de su plan. En Mari Hernández la gallega y Averígüelo Vargas observamos personajes de naturalidad extraordinaria, y reunen en grato consorcio la dulzura del idilio con el interés de una acción animada y rica en detalles.

Palabra del Dia

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