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Actualizado: 6 de junio de 2025
Soberbio modrego dijo la Mari Díaz apenas había vuelto la espalda el presuntuoso hidalgo ; si tuviera tantos doblones como vanidad, no andaría la Dorotea tan desdeñosa con él. Pues no tiene trazas de ser muy rico el nuevo amante dijo otro. Pero es muy hermoso replicó la Mari Díaz. ¿Os habéis ya enamorado de él? ¡Yo!... Dicen que sois muy enamoradiza. Por eso los llevo detrás haciendo cola.
De vivir hoy, ¡cómo se hubiera indignado la buena señora con las ideas del médico joven que tenemos en Lúzaro! Este médico es hijo de un camarada de mi infancia, del piloto José Mari Recalde.
-A buena fe -respondió Sancho- que si Dios me llega a tener algo qué de gobierno, que tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente que no la alcancen sino con llamarla señora.
Mari Díaz estaba temblando ó haciendo que temblaba junto á él. Don Bernardino, empolvado por el tablado, que no estaba muy limpio, se había levantado trémulo de cólera, había desenvainado la espada, y se había ido hacia Juan Montiño. El alférez y sus acompañantes se interpusieron. Dejad que mate á ese hombre que me ha afrentado dijo don Bernardino.
Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el abad le ha de dejar hecho de la Iglesia. Mirad también que Mari Sancha, vuestra hija, no se morirá si la casamos; que me va dando barruntos que desea tanto tener marido como vos deseáis veros con gobierno; y, en fin en fin, mejor parece la hija mal casada que bien abarraganada.
En cambio, Mari Pepa, a quien me costó mucho trabajo convencer de que mi marcha no era «la del humo», como ella la había calificado de pronto, habló y jaraneó y se despidió por todos los de su casa, incluso el octogenario, que no había dicho diez palabras, y ésas monosílabas y como otros tantos estampidos.
Vicio, hija, vicio insistía Mari Pepa ; vicio de no saber qué jacerse en una vida tan regalona. Preguntóme Lita si yo también tenía «por allá» esas malas costumbres; respondíla que sí, y me dijo, por todo comentario, con una ingenuidad y una llaneza verdaderamente infantiles: Pues buen picaronazo estará usté... ¿Verdá, madre?
Usted sabe muy bien, mi oficial, que el hombre que manda durante mucho tiempo un barco de vela, llega a mirarle como una cosa viva; el Viejo así lo creía, y hablaba con su Dragón más que con su gente. Consideraba a su corbeta como si fuera su mujer, su novia o su querida. La única distracción de Zaldumbide era jugar con Marí Zancos, una mona que le había regalado un capitán español.
Pobre soy yo dijo el alférez , y en punto á orgullo no me trueco por un portugués. ¿Y qué tal? ¿es buen mozo? No tanto como vos dijo la Mari Díaz , pero aun así puede presentarse sin miedo donde haya galanes... se entiende siempre, después de vos. Muchas gracias por la fineza, prenda mía; aunque no me satisface mucho vuestra opinión. ¿Y por qué no?
Déjela, déjela me decía casi al mismo tiempo la rozagante Mari Pepa, arrojando el último de sus abrigos flotantes sobre una silla, encima de los que acababa de arrojar Lituca ; déjela que entre y salga cuando quiera, que es bueno jacerse a todo, como ella se irá jiciendo, porque la conozco bien. Al que hay que tener a raya sobre ese punto, es al mi padre.
Palabra del Dia
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