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En esos países donde hay siempre margaritas que deshojar, versos ingenuos en los abanicos, novias que juran, desde una reja nocturna, el amor vitalicio de Angelina. Allá te va esa novela, lector amigo; allá te van esas páginas desaliñadas o incoloras, escritas de prisa, sin que ni primores de lenguaje ni gramaticales escrúpulos hayan detenido la pluma del autor.

Los cerró Sol venturosa de verse tan querida por su amiga, y cuando los abrió, se vio en el brazo, e hizo por quitarse con un gesto que Lucía le detuvo, un brazalete de cuatro aros de perlas margaritas. , , es muy rico; pero yo quiero que lo tengas. No: nada, nada que me digas: ¿ves? yo tengo aquí otro, de perlas negras. ¡Y nunca, nunca te lo quites!

Me gustaría mucho, papá, que nosotros también tuviéramos un jardín con margaritas dobles; como el de la señora Winthrop dijo Eppie cuando entraron en la callejuela . Lo malo es que dicen que eso exigiría mucho trabajo para cavar y traer tierra buena... y vos no lo podríais hacer, ¿verdad, papá? En todo caso no me gustaría que lo hicierais, porque sería un trabajo demasiado penoso para vos.

Nuestro Señor Jesucristo lo ha dicho: «No deis a los perros las cosas santas, ni arrojéis vuestras margaritas a los cerdos, porque los cerdos se revolverán contra vosotros y os hollarán con sus asquerosas pezuñas». Pero no; ¿por qué me he de quejar? ¿Por qué he de volver injuria por injuria? ¿Por qué me he de dejar vencer de la ira?

Pueden, pues, acribillarse, ya que ese es su gusto. A una seña suya se le acercó el groom de Amaury, le entregó el cigarro y púsose a cargar flemáticamente las pistolas. A todo esto Amaury se paseaba entretenido en hacer saltar con la punta de la espada los botones de oro de las margaritas silvestres.

Quisiera morir cuando el sol traspone los montes lejanos del horizonte, cuando muere la luz entre celajes de ópalo y grana. Quisiera morir, y sería feliz si supiese que en mi tumba solitaria vendría usted a depositar algunas margaritas silvestres... Timoteo repetía los conceptos poéticos que más habían herido su imaginación en la letra de los nocturnos y canzonetas que tocaba.

12 La mercadería de oro, y de plata, y de piedras preciosas, y de margaritas, y de lino finísimo, y de escarlata, y de seda, y de grana, y de toda madera olorosa, y de todo vaso de marfil, y de todo vaso de madera preciosa, y de bronce, y de hierro, y de mármol;

Tenían sus auroras nuevas un pálido rosicler de esperanza; gentileaban las margaritas en las praderas, blanqueándolas con remedos de nieve; habían nacido muchas mariposas, y en los nidos recientes las hembras padecían la fiebre dulce y santa de la procreación....

No oye Sol los cumplimientos que le dicen: no ve la sala que se encorva a su paso; no sabe que la escultura no dio mejor modelo que su cabeza adornada de margaritas, no nota que, sin ser alta, todas parecen bajas cerca de ella. Camina como quien va lanzando claridades, hacia Juan camina: Juan ¡Lucía no quiere abrirme! Yo creo que le pasa algo.

Y todo, poco a poco, para atender a las necesidades de la casa, fue saliendo de ella: hasta unas perlas margaritas que había llevado de América a Salamanca un tío, abuelo de doña Andrea, y un aguacate de esmeralda de la misma procedencia, que recibió de sus padres como regalo de matrimonio; hasta unas cucharas y vasos de plata que se estrenaron cuando se casó la madre de don Manuel, y este solía enseñar con orgullo a sus amigos americanos, para probar en sus horas de desconfianza de la libertad, cuánto más sólidos eran los tiempos, cosas y artífices de antaño.