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Actualizado: 21 de octubre de 2025
Voy a ser tu ministro; tú eres un Dios de paz, y mi primera virtud debe ser la mansedumbre. Lo que enseñó tu hijo en el sermón de la Montaña tiene que ser mi norma. No ojo por ojo, ni diente por diente, sino amar a nuestros enemigos. Tú amaneces sobre justos y pecadores, y derramas sobre todos la lluvia fecunda de tus inexhaustas bondades.
Los dos clérigos tenían la firme voluntad de los navarros en el desfiladero de Roncesvalles. Así que soportaron con heroica impavidez, durante media hora de espera, la lluvia menuda que estaba cayendo, sin que el temor del reumatismo ni otra consideración temporal les hiciese moverse una pulgada del puesto que ocupaban.
22 Y yo litigaré con él con pestilencia y con sangre; y haré llover sobre él, y sobre sus compañías, y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre. 23 Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido en ojos de muchos gentiles; y sabrán que yo [soy] el SE
De cuando en cuando se ve una nube pasajera sobre las siete islas, pero no se detiene nunca. Se pasan hasta tres meses esperando una gota de agua. En aquel árido paraíso no se dice: Aburrido como la lluvia, sino: Aburrido como el buen tiempo. El buen tiempo no aburría a Germana; la curaba lentamente.
Detrás del glorioso santo marchaban Rafael y los señores del ayuntamiento con gruesos blandones; el cura, bufando al sentir las primeras caricias de la lluvia, bajo el gran paraguas de seda roja con que le cubría el sacristán; y la muchedumbre de hortelanos confundidos con los músicos, que más atentos a mirar donde ponían los pies que a los instrumentos, entonaban una marcha desacorde y rara.
No se rían señores... el hábito es la más exigente de las pasiones, y ustedes no saben a cuántos hace morir todos los años la pérdida de sus costumbres: «no hay poema, no hay canción que las celebre», diré, como mi amigo Uhland. Hacía un tiempo como para no sacar afuera las narices: lluvia, granizo y viento, todo a la vez.
Empezó á arrojarlo como una lluvia enloquecedora. Corrieron todas las mujercitas que palidecen y se crispan en torno de las mesas por la suerte de un luis único. Se empujaban, rodando sobre la alfombra, lastimándose mutuamente con las manos y los pies por alcanzar una gota de este maná áureo.
Mi Chermidy, simple como un remo, no adivinó que sería él quien pagaría el menú. Según los relatos oficiales, se relamía los labios y se prometía escuchar atentamente las comedias con que se acostumbra sazonar un festín chino. »Desembarcó con el cónsul y cuatro hombres de escolta, bajo una lluvia persistente. Ya comprenderá usted que no olvidaría su uniforme de gala.
Subían los ecos de la música, lejanos, adormecidos, como si surgiesen de las profundidades del mar. Venían del otro lado de la chimenea gritos de niños y choques de maderas, revelando los diversos incidentes de un juego deportivo. El sol de la tarde incendiaba todo el Poniente con su lluvia cegadora.
Don Adrián sintió la fineza de su amigo, como una lluvia serena en el estío las plantas mustias. Apareció pronto don Alejandro con todos los pertrechos necesarios para ponerse en marcha, y el boticario le dijo: No he intentado siquiera saludar, eso es, ofrecer mis respetos a la señorita Nieves, porque verdaderamente es mejor que ignore, eso es, que yo he hablado con usted.
Palabra del Dia
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