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Actualizado: 12 de junio de 2025


Pródigo, mientras tanto, disfruta de su bella, hasta que una noche, al bajar por la ventana, se resbala de la escalera y cae de bastante altura, lastimándose y yaciendo en el suelo sin poderse valer, circunstancia, que aprovechan la alcahueta y sus amigos, para despojarle de sus vestidos y del poco dinero con que cuenta.

La criada me dice que se ha vestido tres o cuatro veces, y ha vuelto a desvestirse, y a despeinarse, y se ha echado sobre la cama, desesperada, lastimándose la cara y llorando. Después despidió a la criada, y se quedó vistiéndose sola. ¡Juan! ¡vaya a ver qué tiene!

Importaba, por lo tanto, demasiado á Quevedo, salvar de los peligros que le amenazaban á aquel hijo natural del duque, por el que únicamente había ido á la corte. Pensando en esto, y para tener una ayuda, un medio, había sido audaz con la condesa de Lemos, y cuando la condesa de Lemos se convirtió para él en un inconveniente, la abandonó, abandonando su amor; la lastimó lastimándose á mismo.

Levantose bruscamente y sin decir nada cogió a Marta entre sus brazos con la misma facilidad que si fuese una cervatilla, y dando un prodigioso salto cayó de bruces sobre la peña vecina, lastimándose un poco en una mano. Marta quedó ilesa y contempló la herida del joven; después, sacando su fino pañuelo de batista, lo ató silenciosamente sobre ella y echó a andar con paso rápido.

Las aves también se prenden, y la burla que en su loca vanidad hacen de las redes, la pagan a caro precio, sacudiendo los hilos de alambre de su jaula y lastimándose contra ellos; al poder y la belleza los vence más poder y mucha astucia. ¡Oh, Híala, qué inadvertida eres!

Empezó á arrojarlo como una lluvia enloquecedora. Corrieron todas las mujercitas que palidecen y se crispan en torno de las mesas por la suerte de un luis único. Se empujaban, rodando sobre la alfombra, lastimándose mutuamente con las manos y los pies por alcanzar una gota de este maná áureo.

La primera es, que el autor, despues de referir al Rey su historia, asegurando que los Peguenches lo cautivaron en la campaña de Buenos Aires, yendo á una vaqueria con un D. Francisco Ladron de Guevara, á quien y á su comitiva mataron dichos indios, añade, que el haber salido de entre ellos, estimulado de su conciencia para morir entre cristianos, y restituirse á su patria, dejando las delicias del cacicazgo, fué tambien para informar de dicha ciudad al Rey Nuestro Señor, lastimándose mucho de la poca diligencia que para su descubrimiento hicieron en los tiempos pasados los Ministros, á quienes los Reyes, sus antecesores, le habian encargado.

Al acordarse de su tesoro tuvo otra sacudida, y se removió en el asiento lastimándose mucho con el duro contacto de aquellos mal llamados muelles. «Pero el cuento más salado ¡narices! dijo Olmedo , es el del panadero. ¿Lo sabes ? Cuando aquel obispo fue a la visita pastoral y se acostó en la cama del cura... Veréis...». Fortunata se levantó para marcharse.

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