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Actualizado: 19 de junio de 2025
El suelo alrededor del edificio que acabo de describir que una vez por todas llamaré la Aduana del Puerto tiene las grietas llenas de hierbas tan altas y en tal abundancia, que bien á las claras demuestra que en los últimos tiempos no se ha visto muy favorecido con la numerosa presencia de hombres de negocios.
No haré a tu cultura la ofensa de informarte que se amueblan hoy las casas con un estilo y un «confort» tan admirables que superan a ese regalo ficticio, llamado en otro tiempo Bienaventuranzas. No te hablaré, Teodoro, de otros goces terrenales, como, por ejemplo: el Teatro Real, el baile, el café Inglés... Sólo llamaré tu atención sobre este hecho... Existen seres que se llaman mujeres.
37 Entonces oído esto, fueron compungidos de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 39 Porque a vosotros es la promesa, y a vuestros hijos, y a todos los que están lejos; a cualesquiera que el Señor nuestro Dios llamare. 41 Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados; y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas.
Entonces añadía: Descanse usted un poco; mientras tanto, yo llamaré. Por espacio de algunos minutos, Pomerantzev llamaba concienzuda y enérgicamente con el puño en la puerta. El otro descansaba, frotándose las manos y mirando con ojos asombrados, y al mismo tiempo indiferentes, al cielo, al jardín, a la clínica, a los enfermos. Era de elevada estatura, hermoso y fuerte aún.
Tan cierto es esto, como que los Lioneses no se distinguen sino en esa especie de juguete artístico, que llamaré arte de capricho ó de la moda, ajeno á toda inspiracion, y que se manifiesta en los preciosos dibujos de las sederías que salen de las ochocientas pequeñas fábricas de Lyon.
RUIZ. Fuera estoy. MANRIQUE, después GUZMÁN y FERRANDO MANRIQUE. ¿Qué haré? Turbado estoy... ¿Llamaré? Tal vez orando estará. Acaso en este momento llora cuitada por mí. Nadie viene... por aquí... es la iglesia del convento. FERRANDO. Tarde llegamos, Guzmán. GUZMÁN. ¿Quién es este hombre? FERRANDO. No sé. GUZMÁN. ¿Oyes el canto? FERRANDO. Sí, a fe. GUZMÁN. En la ceremonia están.
?Llamare pues a mis hermanos?... Apareced. Alejaos, espiritus malignos, huid os digo; vosotros no teneis poder en los parages en donde se encuentra la piedad. Huid, os lo ordeno en nombre de.... Anciano, nosotros conocemos nuestra mision y tu ministerio, no pierdas tus palabras sagradas; serian inutiles. Este hombre esta condenado, y por la ultima vez le intimo que venga.
¿Os ofende? Me estáis enamorando. ¿Y hago mal suponiendo que eso sea? Eso lo sabréis vos. ¡Cómo! ¿que yo sabré si hago mal en enamoraros? Sí, porque vos sabréis con cuánta lealtad, con cuánta razón podéis enamorar á una mujer á quien hace media hora que conocéis. La soledad tiene la culpa... Llamaré compañía... No; más bien si os desagrada mi atrevimiento, me iré yo.
Descansa un tanto y después te llamaré para que me des noticias de lo que en Francia ocurre. Hasta aquí han llegado rumores de que antes de terminar el año ondearán nuestras banderas al sur de las grandes montañas de la frontera española. Mucho se hablaba de ello en Burdeos á mi partida, repuso Simón, y á fe que los armeros trabajaban sin descanso y que ví llegar buen número de soldados.
Perdonadme, señor Alonso, si no os he escuchado como debiera dijo el padre Aliaga que se impacientaba , pero estoy enfermo. ¡Enfermo! Sí; sí por cierto, tengo vaguedad en la cabeza, frío en los pies... la celda me anda alrededor. ¡Ah! perdonad... yo no sabía... llamaré... No, no... me voy á acostar... con vuestra licencia... ¡Oh! lo siento mucho, no os descuidéis... Esto pasará.
Palabra del Dia
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