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Martí, años después, pensando sin duda en esa historia romántica que estremeció su existencia, escribió estos divinos versos de ternura y melancolía: Otras pasiones inspiró Martí, a otras mujeres, pero acaso ninguna tan pura y tan hermosa como esa que inspiró a la niña de Guatemala, la de las manos de lirios y la frente purísima: luz y música hecha carne.... Y cuando de orden del señor Ministro de la Guerra se le quitó la dirección de la Escuela Normal de aquel país, a su amigo y paisano José María Izaguirre, renunció puestos y honores y vino a Cuba, ya firmada la paz del Zanjón, en 1878.

Asi cual de la espléndida natura El llanto es la espresion de la criatura: El cielo llora gotas de rocio En las serenas noches del estio, Y al ausentarse, lánguida la aurora Entre luces y sombras tambien llora: Pero todo desciende suavemente De la misericordia á el ancha frente: Fertiliza el rocío los eriales, Y el aurora los lirios virginales, Y caen las dulces lágrimas del niño En un seno purísimo de armiño.

Tenue claridad flotaba sobre la morada de pureza y de pasión, como si sus tapias encerrasen algún milagroso huerto de lirios. Nubes bajas, resquebrajadas como témpanos, cubrían el cielo, dejando transparentar esa temerosa luz cenicienta favorable a todos los ensalmos. Los gallos cantaban por momentos, como si comenzase la aurora. Un perro latió de modo lúgubre al pie de la muralla.

Eugenia estaba encantadora: llevaba un vestido de tul bordado, un velo de raso blanco, una guirnalda de lirios y rosas blancas y un ramo de las mismas flores; estaba verdaderamente hermosa. Su marido, que tiene una arrogante figura, iba radiante de satisfacción.

Dentro de un cercado de cañas están los lirios y los cerezos del Japón, en sus tibores de porcelana blanca y azul. Al pie de un palmar, con las paredes de cuanto tronco hay, está el pabellón de Aguas y Bosques, donde se ve cómo se ha de cuidar a los árboles, que dan hermosura y felicidad a la tierra.

Entre los caballeros que rompen o manchan lirios quisiera yo que tuviese éxito mi cuadro. ¡Quién pintara de veras, y no hiciera esos borrones míos! Pedro: borrón y todo, en cuanto me ponga mejor, voy a hacer una copia para usted. ¡Para ! Juan, ¿por qué no es este el tiempo en que no era mal visto que los caballeros besasen la mano a las damas?

La tierra es allí tan generosa y feraz, que no puede imaginarse el sinnúmero de flores y la masa de verdura que ciñen las márgenes de los arroyos, esparciendo grato y campestre aroma. Campanillas, mosquetas, violetas moradas y blancas, lirios y margaritas abren allí sus cálices y lucen su hermosura.

Un gran señor inglés, harto curioso, el Duque de Newcastle, pregunta cierto día al doctor Russell por qué se altera la raza y va degenerando; por qué aquellos lirios y rosas se cubren de escrófulas. Muy raro es que una raza empezada á gastar se rehaga; no obstante, en la raza inglesa obróse este milagro.

En la mitad del testero que daba frente a la puerta del corredor, una esbelta columna de mármol negro sustentaba un aéreo busto de la Mignon de Goethe, en mármol blanco, a cuyos pies, en un gran vaso de porcelana de Tokio, de ramazones azules, Ana ponía siempre mazos de jazmines y de lirios. Una vez la traviesa Adela había colgado al cuello de Mignon una guirnalda de claveles encarnados.

Y le veo alejarse, amorosamente abrazado a la niña, en cuyos ojos zarcos arde una llamita de ilusión, y en este momento, el mal poeta me parece más grande que Shakespeare y que Hugo... La sombra del rey galán POR el puentecillo de El Pardo iba aquel rey galán cuya leyenda cantan los niños en los jardines. Era pálido y adolorido, tenía las ojeras moradas como los lirios del paje Gerineldo.